Para aclararme un poco sobre las disputas territoriales que se cruzan ahora más abiertamente en la pell del brau , y apartarme un poco del ruido político- por otro lado, tan necesario- he cogido hoy del estante alto de la biblioteca el libro Hombre y Espacio, de O. F. Bollnow, regalo de mi maestro, el catedrático jubilado Jesús Arpal.
Ya desde el prólogo , he constatado una vez más cómo la reivindicación de lo espacial frente a lo temporal pertenece en principio, al ámbito ideológico conservador. Así, ante los avatares temporales – sobre todo ante la Revolución en todas sus modalidades – el espacio consuela y sirve de refugio, pues se puede huir del tiempo devorador, aislándose en el espacio. Esta apreciación coincide, no por casualidad, con el tradicionalismo oriental y repele a la predominancia burguesa que se alimenta del tiempo histórico siempre como tiempo de cambio.
Todos los conservadores que en mundo han sido, desde los junkers hasta los jauntxos, han intentado huir del cambio afianzándose en un territorio o reivindicando un tiempo “muerto” por espacializado como el de la Edad Media ( siempre suficientemente idealizada).
El espíritu anti-burgués, como en otros ámbitos, tirará de este conservadurismo hasta desdoblarse de sí mismo, y así, por ejemplo, el carlismo fue anticapitalista desde el Antiguo Régimen para convertirse en anticapitalista desde el socialismo porque en el fondo, como bien apuntaba Arturo Campión, vivía en el espacio político español en el que tan sólo quería cambiar un rey por otro o un régimen por otro.
Pero en estos desdoblamientos que se consumen a sí mismos se puede atisbar también una nota de lo que luego se ha llamado la postmodernidad. Como bien se adelantaron a plantear , sin la menor alharaca cool , Martin Heidegger o Ernst Jünger.