En aquel tiempo el pintor Javier Morrás dirigía la la Sala de Cultura de la Caja de Ahorros de Navarra, sita en la calle Mártires de la Patria de Pamplona (de qué mártires se trataba no hace falta hacer mención alguna ya que estábamos en 1975).
Yo tenía veinte años, estudiaba Filosofía y Letras y colaboraba con la Sala haciendo los catálogos de las exposiciones que, vistas en perspectiva, fueron trayendo lo mejor del arte navarro ( y vasco, y español) de la época, después de la explosión que supuso la celebración de los Encuentros en 1972.
Así que un buen día, Morrás me presentó a Pío Guerendiáin. Desde el primer momento me sorprendió la campechanía y la profesionalidad de Pío, una combinación difícil de encontrar pues la mayoría de los artistas que había conocido hasta el momento, a fuer de buenos ( o buenísimos) eran un torbellino egocéntrico activo o pasivo ( ya se sabe: Know the poetry, not the poet !). Tras una larga charla, preparamos el catálogo de una exposición titulada «New York» en la que ya se mostraba como el gran fotógrafo que era y es.
Desde entonces, Pío ha hecho numerosas exposiciones, ha publicado en la revistas más relevantes y ha conseguido numerosos premios. Y hoy se inaugura en el Photomuseum de Zarautz su última muestra ,» Tritones y fugas» una apología fotográfica de las piedras de los acantilados . Pedro Salaberri, otro artista muy querido, al que también le hice el catálogo de una de sus exposiciones en la Sala de la CAN ( y que, no voy a ocultarlo, en fases de cada treinta años, accede a iluminar mis libros de haikus) ha escrito una preciosa presentación que finaliza con este significativo párrafo: «Es fácil suponer que alguien que lleva toda su vida con máquinas de todos los formatos acompañándole, tiene miles de fotos de Pamplona, de su gente, de los sanfermines y de los cientos de ciudades y paisajes recorridos, pero en este momento quiere detenerse y contar solo lo necesario, quiere retratar ese paisaje amado que habla de su infancia y de su futuro, un paisaje geológico que quisiera eterno.»
Sí , eterno, como queda y quedará entre quienes le conocemos, Pío Guerendiáin.