La mañana está transcurriendo lenta y neblinosa. A primera hora ( «prius orto Sole vigil, calamum et chartas et scrinia posco», que decía Horacio ) he intentado sacar un par de horas para revisar un artículo académico y pendiente ( sobre el uso de la TIC en la educación), pero me he cansado enseguida y me he puesto a cocinar y a releer algunas páginas de Peter Handke, que, a pesar de todo, continúa siendo uno de mis escritores favoritos.
No creo que hayan sido dos iniciativas carentes de lógica ni exterior ni interior. Cocinar y leer a Handke permiten relajar, y mucho, la tensión abstraccionista del lenguaje universitario y volcarse sobre el exterior, abandonando cualquier rumia pesada y pertinaz.
Estoy cocinando lentejas (para mí más míticas que las bíblicas) y leyendo, mientras tanto una vez más, el comienzo de Lento Regreso (un Handke también para mi muy mítico). Después, hacia el mediodía, espero dar un paseo con la colega pequeña porque la mayor anda desandando tierras de Soria.
Lo haré con mucho gusto porque pienso que si no logramos transmitir a nuestros hijos el gusto y el disfrute por la naturaleza (rural y urbana), por la comida y por algún arte que les puentee la vida («¡quien no tenga arte, tenga religión!» decía Goethe), habremos fracasado como padres (y como madres, of course). Pero también porque, para mí, pasear implica a todos los sentidos y sobre todo a esos que habitualmente no utilizamos en este mundo ya cuasi-electrónico. Una implicación que mueve luego ,en ocasiones, a reflexionar y a dibujar. Y acaso también, a escribir de otra manera…
Mon dieu!…Creo que las lentejas se me están quemando . Cierro el libro de Handke, aparto la olla y abro la ventana desconsolado .Justo en ese momento la Gaviota de Ensanche pasa por delante partiéndose de risa. Habrá que arreglar este pequeño desastre…