Si no sales en la tele no existes ( o cómo evité que Agustín García Calvo fuera noticia)

 

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Hace ya algunos años, cuando no existía –  aunque parezca mentira –  Internet ni el correo electrónico, solía encargarme de organizar cursos para postgraduados. En una ocasión invité  a uno de ellos al profesor, poeta y dramaturgo Agustín García Calvo.

Agustín, por entonces de patillas bien pobladas y siempre foulard en ristre, acudió acompañado de su inseparable Isabel Escudero, que continuaba siguiendo las intervenciones del «maestro » con mucha devoción.

García Calvo era por entonces muy conocido y reconocido y lo era hasta tal punto que un equipo de una televisión de cuyo nombre no me quiero acordar y que apareció de pronto sin avisar, pretendió detener la conferencia del «maestro» para hacerle una entrevista, dejando claro que luego le permitirían continuar sin mayores problemas. Por supuesto me negué en redondo pues tuve muy claro que el acto era más importante que la crónica del acto – algo ante lo que los susodichos periodistas mostraron sus caras de sorpresa y asombro. Y, por supuesto, no le comenté nada a mi invitado, pues les habría corrido a golpes de foulard haciendo de ello uno de los particulares happenings a los que, por otro lado,  estaba tan acostumbrado.

Con el tiempo, y dedicado a otros avatares, me había olvidado de esta anécdota. Sin embargo hoy ,ya envuelto en la red de redes y amparado por la nube, he vuelto a recordarla, pues con ocasión de otro acto público, he recibido la encomienda de grabar digitalmente todas las intervenciones para luego ofrecérselas a un periódico de cuyo nombre tampoco me quiero acordar ( ¡ Jope,cómo ando de memoria!) adjuntado una «síntesis». Todo ello, por supuesto, si deseaba que el acto tuviera impacto en los medios.

Por lo visto, y descontada la vagancia del colega de turno, en este mundo de comunicaciones sincrónicas, además de organizar actos hay que fabricar simultáneamente sus crónicas y servirlas en bandeja para el corta-pega oportuno.Así que parece que hemos pasado de la sorpresiva contundencia de la irrupción de la crónica del acto en el acto a la delicada turgencia de la elusión del acto sin la auto-crónica del acto.

Y es que los tiempos avanzan que es …una barbaridad ( dicho sea en todos los sentidos que se quiera)

Publicado por

Vicente Huici

Sociólogo, neuropsicólogo y escritor.

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