La lluvia arrecia tras los cristales y en casa hace un poco de frío- todavía no han puesto la calefacción. Me tapo con una manta y esquinado en el sofá con las piernas recogidas, enciendo el televisor. Voy a ver «Marnie, la ladrona»de Alfred Hitchcock ,una de esas películas clásicas que tanto me gustan y que tengo grabada -ahora ya hay canales para todo- desde hace un par de semanas.
Al cabo de un rato compruebo que me he quedado dormido porque me despierto y Sean Conery y Tippi Hedren se están besando. Mientras intento reconstuir lo que ha ocurrido , comienzo a recordar los largos fines de semana de mi infancia.
Los sábados giraban en torno a la «sesión de tarde» de TVE que esperábamos con fervor y que alternativamente emitía «una de romanos» y «una de vaqueros». El final de la sesión de tarde suponía haber avanzado , y mucho, hacia el final del día y poder conjurar así el tedio que, según Dos Passos, es hasta más frecuente en las guerras que las batallas. Luego, si había suerte , venía una chocolatada con los hermanos y los primos.
El domingo era día de misa y vermouth. La tía-abuela Teresa siempre nos preguntaba cuál había sido el evangelio que se había leído y si le respondías bien- para lo cual tomábamos buena nota mental en el banco de la iglesia- tenías derecho a un frito de jamón y queso que ella pagaba a parte por su cuenta. Normalmente había luego comida familiar en la que el pollo era el plato estrella y después la única alternativa era el partido de fútbol, en directo en el viejo estadio de San Juan o retransmitido por Radio Requeté. A última hora salía la «Goleada» con un resumen de la jornada que había que aprenderse para tener algo de lo que hablar en el patio del colegio al día siguiente.
Ramón Eder, viejo colega de tertulias varias y magnífico escritor de aforismos dice que » el carácter se forma los domingos por la tarde» y creo que tiene mucha razón. Otra amiga mía, nada conocida, pero de frases siempre contundentes, solía decir que «los domingos sólo se pueden hacer dos cosas y a mí no me gusta jugar a las cartas»…
En fin, voy a ver cómo termina la peli, aunque , no sé, igual me quedo dormido otra vez.
El primer párrafo, por su concisión, se asemeja al principio de Don Quijote
¡Caramba! A lo peor lo he copiado sin darme cuenta…Gracias , Antonio.