» Cuando el cine pretendía algo más que entretener, cuando había guionistas, cuando los actores y las actrices actuaban y pronunciaban palabras comprensibles, cuando tres tomas por plano ya era una lujo, se hacían películas cómo Plan diábolico» dice Patxi mientras pasamos por debajo del Zubi Zuri.
«¿Y qué película es esa?» «Una de 1966, de John Frankenheimer. Trata de un maduro hombre de negocios que vive con su mujer en un respetuoso celibato y que tienen una hija mayor edad y bien casada.El hombre se ve envuelto en una extraña conspiración que al cabo acepta y que consiste en su muerte simulada, una operación de cirugía estética para cambiarle el rostro y otros rasgos personales y en la obtención de un nuevo nombre y de una nueva forma de vida, a la que se supone siempre habría aspirado. Luego todo sale mal e intenta huir de este laberinto hasta que es ejecutado».
«Si me la cuentas toda…» «En eso radica el cine de verdad, como la literatura de verdad, en que aunque te cuenten una trama, lo importante es cómo te la cuenten,y así incluso puedes ver o leer algo muchas veces aunque te sepas lo que ocurre de memoria» .
«Eso suena un poco a un arte para iniciados en el que la forma es más importante que el contenido» .» Es que sino sería una simple crónica.Y no te creas, Leonardo Sciascia tiene recogido este dicho de una narradora popular siciliana: “Lu cuntu è menti, tuttu sta comu si porta”, o sea, el tema del cuento no es nada, todo está en cómo se cuenta».
Y, en efecto, yo he recordado la de veces que le pedía a mi madre que me leyera «El flautista de Hamelín» al borde de la cama , a la luz de la lámpara de la mesita de noche, hasta quedarme dormido…
Estamos llegando a la explanada del Palacio Euskalduna. La ría fluye lenta y plateada y se pierde en la curva de Zorroza, siempre la misma, siempre distinta, como esas películas de las que me habla Patxi y que , aunque quisiera, ni siquiera él las podría ya hacer.