Yes, we can…We can´t do it!

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Esta mañana , durante nuestra desayuno de los martes en el Iruña, Mikel y Patxi se han enzarzado  a fondo a propósito de las elecciones norteamericanas. Mikel  es un firme defensor de Hillary Clinton, mientras que a Patxi,  decidir entre demócratas y republicanos, le parece, según ha dicho, como «optar entre la tuberculosis y la gonorrea».

Esta última frase ha desatado la ira de Mikel y ha reverdecido una eterna disputa que luego se ha prolongado en el contexto europeo, español, vasco y hasta municipal. Marta ha llegado cuando todos los argumentos se habían agotado y mis dos amigos terminaban sus tostadas con tomate sin mirarse y entre leves gruñidos.

«I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving ,hysterical, naked…» ha comenzado a recitar Marta que es de la margen izquierda y profesora de filosofía y partidaria de la poesía concreta. Mikel y Patxi se han mirado y han sonreído. Ninguno ha podido resistirse a la voz de Allen Ginsberg que forma parte del disco duro de sus recuerdos.

«Siempre serás un anarco, Patxi» » Y tú, un socialdemócrata de medio pelo. La Clinton lo único que tiene de diferente es que es una mujer como Obama que es un negro. Por lo demás ambos son, como Trump a otro nivel, representantes de la casta. A Hillary no le pareció mal la invasión de  Irak ni la burbuja inmobiliaria…». «¡Anarquista! ¡Anarquista!» ha dicho Mikel apuntándole con el dedo índice. «Sí, anarquista. Yo no tengo confianza en ningún Estado…» «Anarquista y de derechas…»

Marta me ha mirado de reojo. » No sé si estos, con la edad que tienen deberían tomar tanto café» me ha dicho por lo bajini. Y yo he asentido. Pero claro, si ya tomamos cerveza sin alcohol,  leche desnatada, alubias sin  sacramentos , y chocolate con stevia…¿Cómo vamos a poder gritar lo del «Yes, we can»? A lo peor tendríamos que susurrar un «We can´t do it!»…

 

Sesión de tarde

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La lluvia arrecia tras los cristales y en casa hace un poco de frío- todavía no han puesto la calefacción. Me tapo con una manta y esquinado en el sofá con las piernas recogidas, enciendo el televisor. Voy a ver «Marnie, la ladrona»de Alfred  Hitchcock ,una de esas películas clásicas que tanto me gustan y que  tengo grabada -ahora ya hay canales para todo- desde hace un par de semanas.

Al cabo de un rato compruebo que me he quedado dormido porque me despierto y Sean Conery  y Tippi Hedren  se están besando. Mientras intento reconstuir  lo que ha ocurrido , comienzo a recordar los largos fines de semana de mi infancia.

Los sábados giraban en torno a la «sesión de tarde» de TVE que esperábamos con fervor y que alternativamente emitía   «una de romanos»  y «una de vaqueros». El final de la sesión de tarde suponía haber avanzado , y mucho, hacia el final del día y poder conjurar así el tedio que, según Dos Passos, es  hasta más frecuente en las guerras que las batallas. Luego, si había suerte , venía una chocolatada con los hermanos y los primos.

El domingo era día de misa y vermouth. La tía-abuela Teresa siempre nos preguntaba cuál había sido el evangelio que se había leído y si le respondías bien- para lo cual tomábamos  buena nota mental en el banco de la iglesia- tenías derecho  a un frito de jamón y queso que ella pagaba a parte por su cuenta. Normalmente  había luego comida familiar en la que el pollo era el plato estrella y después la única alternativa era el partido de fútbol, en directo  en el viejo estadio de San Juan o retransmitido por Radio Requeté. A última hora salía la «Goleada» con un resumen de la jornada que había que aprenderse para tener algo de lo que hablar en el patio del colegio al día siguiente.

Ramón Eder, viejo colega de tertulias varias y magnífico escritor de aforismos dice que  » el carácter se forma los domingos por la tarde» y creo que tiene mucha razón. Otra amiga mía, nada conocida, pero de frases siempre contundentes, solía decir que «los domingos sólo se pueden hacer dos cosas y a mí no me gusta jugar a las cartas»…

En fin, voy a  ver cómo termina la peli, aunque , no sé, igual me quedo dormido otra vez.

 

 

California dreaming

 

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Todos los viernes al mediodía suelo dar un paseo por el Casco Viejo en compañía de Mikel. Por lo general recorremos las calles en el mismo orden y apenas si hablamos pues vamos recordando anécdotas ( sobre todo nocturnas) que nos hemos contado ya muchas veces.

Hoy, sin embargo, Mikel ha roto su silencio cuando entrábamos en la calle Ronda:

– ¿Por qué has puesto ese link de California Dreaming  (*)en Facebook?

– Porque es el cumpleaños de Mike, un viejo amigo de Chicago al que la canción le trae buenos recuerdos…

-Ya decía yo, porque esa canción es del 65 y tú tenías diez años…

-Bueno, supongo que cada uno y cada una se queda con las canciones de algún momento de su vida. Yo, por ejemplo me quedé en los setenta que fue la época de mi adolescencia. y, por cierto, siempre he pensado que , contra lo que se suele decir, es la adolescencia y no la infancia nuestra verdadera patria…

-¿Y eso?

-Bueno,  la infancia es muy pasiva, tan sólo se recibe, pero los teen es una edad muy dura, en perpetuo conflicto y dolor , como muy bien indica la etimología.

– Pero no sé , podrías haber puesto un  link de la versión de Diana Krall (**), un poco más actualizada…

– ¡Qué va! ¡Mike me hubiera matado! A él le gusta esa primera versión, porque es  sencilla, pura, porque evoca sin gran aparato  ese paraíso terrenal que ha sido y es California, playas, sol y palmeras…

– Demasiado para mí. Ya probé con Lanzarote y, al cabo de un par de meses , me dí cuenta de que necesitaba oscuridad y musgo.

– Es que somos del norte y se nota. Aunque lo digamos en voz baja, nuestro paraíso está quizás  dentro de esa «rebequita» que siempre nos querían poner nuestras madres  en las noches  frescas del verano…

Y hemos seguido paseando, con la promesa implícita de volver a hacerlo el viernes que viene.

(*)https://www.youtube.com/watch?v=3PVfk_LWtHg

(**)https://www.youtube.com/watch?v=0U8XWyHaGkI

 

 

 

 

Copla en prosa a la muerte de José Batlló ( o variaciones sobre la resistencia)

 

10h14 Gracia051 José Batlló

Acabo de colgar el teléfono. Me ha llamado Patxi para anunciarme la muerte de José Batlló. Y ahora estoy recordando la fruición con que esperábamos, allá por los setenta, la aparición del último número de Camp de l´Arpa . Batlló estaba detrás de aquella revista de creación y crítica literaria, como también detrás  de la colección de poesía El Bardo, en la que  se fueron publicando las obras de los poetas exilados así como las de las nuevas hornadas de la gauche divine ( y caprine).

Por entonces acudíamos a determinadas librerías, como Herriak en Bilbao ( o Andrómeda, o luego, El Parnasillo, en Pamplona) que eran pequeñas reboticas en las que se  comenzaba hablando de literatura y , después , de «todo lo demás». Tal y como ocurría en los cine-clubs, destacando el de la Escuela de Ingenieros  y el de la Universidad de Deusto, universidad , por cierto, a la que no se atrevía nunca a entrar la policía armada que venía zumbando desde Sarriko: Se dice que una vez un teniente intentó hacerlo, pero que le salió el por entonces  director de la Comercial, padre Bernaola, y le espetó con los brazos en jarras: » Aquí no entra ni dios»( por lo que , según también dicen, fue  levemente amonestado dada la trascendencia semántica de sus palabras.

Sí, librerías, cine-clubs…galerías de arte ( un recuerdo para la vieja Windsor de la calle Marqués del Puerto) y hasta incluso lugares como el Colegio de Arquitectos o el Instituto Vascongado de Cultura Hipsánica en el que Roberto Negro estuvo representando lo último de la vanguardia teatral europea.

Acudíamos a estos lugares como resistentes, no como resistencialistas o  como resilientes que se dice ahora. Resistentes ante  la «narrativa» tardo-franquista que intentaba legitimar un régimen que con toda claridad estaba dando sus últimos estertores. Por supuesto también había oposición clandestina, compatible o no, y variada: desde el PCE hasta los trotskistas de LC , pasando por pro-chinos o todas las variantes de ETA…Casi nada , por cierto del PSOE.

Y ahora…Quizá la situación del «régimen» es tan confusa que no da tiempo a  resistirse a la patraña ideológica que puede haber detrás. Y además, ¿cómo? La televisión , las tablets y los smartfones lo han horizontalizado todo. Pero no sé…Los últimos telediarios están repletos de noticias sobre asesinatos, violaciones y secuestros –  dignos de El Caso, otra revista de la época- y parece que se  está  pidiendo, sibilinamente, mano dura y un gobierno fuerte.

Entre tanto, por ahí se ha ido José Batlló… y con él parte de la resistencia.

 

Una noche de txistorra y crisantemos

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La noche del 31 de octubre al 1 de noviembre mi padre no dormía. Nada más cenar,  bajaba al barrio de la Rochapea donde estaba el negocio familiar  (SEMILLAS HUICI, Flores y Plantas, Pratenses y Forestales) y comenzaba a hacer centros y coronas que debían estar preparados para venderse  a partir de las nueve de la mañana del día siguiente. Le gustaba mucho hacerlo y era, además, un perfeccionista- algo que, creo, he heredado . Miraba y remiraba cada obra y hasta que no se quedaba convencido no se dedicaba a otra.  Los  empleados (mayormente  empleadas)  preparaban las bases de diversos tamaños así como las flores. Entre las flores, la reina era el crisantemo que se había cultivado en la huerta próxima , en largos bancales de los que , luego, en primavera, se recolectarían las fresas.

El ambiente  era muy animado, y  a eso de las tres y media de la madrugada se hacía  un receso con una buena recena- magras con tomate, huevos con txistorra- y unos cuantos tragos de vino que luego se prolongaba en café, una copita de patxarán  y algún que otro puro: siempre recordaré a una de las empleadas, una señora gruesa y colorada, apurando su faria mientras recogía en un cesto los restos de las flores desechadas.

Al amanecer todo había terminado. Centros y coronas se subían a la tienda de Pamplona en una camioneta y yo acompañaba a mi padre – desde los quince años me fue permitido acudir a este, para mí, pequeño akelarre- que antes de dirigirse a casa pasaba por el obrador de la pastelería de su amigo Unzué donde intercambiaba un espléndido centro por un  buen paquete de «huesos de santo». Luego nos íbamos a la Plaza del Castillo, a desayunar un chocolate con churros en el Iruña.Sabíamos que no podríamos dormir mucho porque a las doce comenzaría la inevitable,  larga y pausada visita al cementerio.