Ahora hace un año se publicó Breve Ensayo de Cartografía (haiku) con ilustraciones de Pedro Salaberri. Me apetecía y mucho publicar este libro tan ahistórico y tan falto de “compromiso”, pues estaba saturado de abstracciones sociológicas y de escritos urgentes y , sin duda, necesarios,
No sé si la poesía es un arma cargada de futuro, como decía Gabriel Celaya en sus Cantos Íberos, publicados el mismo año de mi nacimiento. Y probablemente yo también hubiera escrito entonces aquello de:
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Pero no es el caso. El enemigo estaba en ese tiempo campando a sus anchas y la calle era suya, como casi todo. Tenía nombre y apellidos. Y había una clara linea divisoria que él mismo había impuesto a sangre y fuego.
Ahora, sin embargo, el enemigo está dentro, forma parte de nosotros , crece como un alien y lo alimentamos poco a poco sin darnos cuenta de ello. Somos el fiel espejo de su devoradora productividad y de sus palabras grandilocuentes y pretenciosas.
Yo sólo pretendía con aquel libro abrir un hueco en la mente de quien lo leyera.Y, así, sin rehuir la guerra que no tiene fin, poder disfrutar de un momento voluntariamente antiheróico, como samuráis entre batalla y batalla.Y «perdernos en lo cotidiano para encontrar lo maravilloso”, como decía Octavio Paz.