El paseo gélido de ayer- dos graditos de nada al mediodía – estuvo pespunteado por el rítmico e inagotable bote del balón que un niño, acompañado de sus padres, repetía sin cesar ante la indiferencia de sus progenitores que iban hablando cada uno por su smartfone. Intenté despistarles varias veces pero todo fue inútil: nos volvíamos a encontrar en la siguiente esquina .Así durante más de media hora.
Supongo que se trataría de una pareja que había hecho una aplicación particular de la teoría de la socialización del sufrimiento tan en boga en estos lares durante tantos años ( otros hicieron otro tanto con el marxismo-leninismo. ¿O acaso pensarían que era La Escuela la encargada de enseñarle al niñito a no dar la tabarra ?
No lo sé, pero si sé que La Escuela se ha convertido en el pozo sin fondo donde ha ido cayendo todo lo que los padres y madres ya no hacen o no quieren hacer. Y no ya, por ejemplo, saber saludar, dar los buenos días, pedir perdón o dar las gracias. No,no. Primero se transfirió la custodia, previa ( guardería), durante la comida ( servicio de comedor) y tras la jornada escolar ( extra-escolares). Después la educación sexual básica. A continuación, la apertura a la multiculturalidad externa e interna ( no nos olvidemos de veganos, vegetarianos y otras sub-culturas). De seguido, la reflexión sobre la violencia ( desde ETA o el GAL hasta el bullying)…La lista es larga y la última incorporación parece que va a ser la educación sexual matizada por la cuestión de la homosexualidad y lo transgenérico…
Para adoptar un niño o una niña, se recibe de entrada una charla disuasoria acerca de todos los posibles inconvenientes. Si se supera ese trago, hay que hacer toda una serie de test psicológicos y unas cuantas entrevistas. Visitan tu casa y recaban información sobre tus finanzas. Pero para ser eso que se llama padre o madre biológico, no se pasa ninguna prueba y a algunos y algunas parece que les ha tocado el carnet en una tómbola…Y muchos de ellos luego se quejan de que sus hijos e hijas hacen demasiados deberes o que reciben reconvenciones excesivas.
Pero, en fin, para darse cuenta de que un niño o una niña está dando la brasa, no hace falta ningún carnet, sino una mínima,minimísima conciencia de responsabilidad. O una Escuela de Papis y Mamis.