Marta me ha recordado hoy a aquel señor de Indautxu que aparecía en un reportaje de vizcaínos célebres, sentado lánguidamente sobre una chaise-longue y que decía: «Sólo me dedico a leer a Heidegger». A mí el tipo me sonaba porque , como yo, era habitual de los paseos por el Parque de Doña Casilda, y no me extrañó su concisa afirmación porque su caminar era lento y reposado, haciendo gala de aquello que Pla llamaba «fare il signore» y que era pura y llanamente el quehacer cotidiano de los rentistas – que es por otro lado, lo que parece que continúa siendo el sujeto en cuestión.
Yo también he leido a Heidegger. Y aunque soy más del segundo Heidegger que del primero, recuerdo que leí Ser y Tiempo durante una travesía en velero por el Mar del Norte. De hecho, siempre he tenido la costumbre, supongo que un tanto homeopática, de alternar un buen tocho filosófico con una navegación en la que normalmente iba de grumete hiperactivo para todo. Así Hegel ( La fenomenología del Espíritu) me acompañó entre Marsella y Viareggio; Schopenhauer ( El mundo como voluntad y representación), dando la vuelta a Corfú y, por poner otro ejemplo, Husserl ( Las investigaciones lógicas) en una larga singladura desde Ayamonte hasta el Cabo de San Vicente ( con temporal y pequeño maremoto incluídos.
Pero nunca, hasta ahora, me había ufanado de estas lecturas un tanto secretas y un poco esotéricas. Antes bien, in illo tempore, forraba los predichos tochos con papeles acartonados de colores y les ponía títulos variopintos como «Crimen en el bosque» (Ser y Tiempo), «Misterio en el laberinto» (La fenomenología del Espíritu), » Asesinato en alta mar» ( El mundo como voluntad y representación) o » Policías de Brooklyn» ( Las investigaciones lógicas). Y así conseguía que nadie me preguntara nada, absorbido que me veían en la lectura , tras haber estado tirando de cabo y orzando aquí y allá como si «en una galera turquesa».
Y, por supuesto, ni me he hecho fotografías en chaise-longue, ni he me he mostrado lánguido, ni he sido rentista ( ni quisiera serlo: tengo un espíritu calvinista muy arraigado…