Encendió el ordenador y , con un suspiro, se dispuso a continuar su ensayo sobre el tiempo y la memoria. Conforme menos le interesaba lo que iba escribiendo tecleaba con más fuerza , en un intento de hacer entrar en razón a sus manos ya que no lo podía conseguir con su cerebro. Al cabo de un rato se echó hacia atrás impulsándose desde la mesa sobre la silla giratoria y se levantó. Se volvió hacia la ventana y comprobó que estaba amaneciendo. No, aquel día tampoco podría escribir mucho más.
Fue a la cocina y preparó un té verde bancha. Abrió la ventana y se sentó frente a ella. Una ligera brisa, muy fría, se dividió en su rostro. Apretó la taza con las dos manos y bebió un largo sorbo. Amargo y caliente, el té le reconfortó.
Una gran banda de estorninos pasó por delante de una luna ya casi espectral, dejando un rumor sibilante.
«Estorninos…Los estorninos» comenzó a pronunciar sin darse cuenta. «Los estorninos /huyen de la luna. No, me falta una sílaba y además, hay una metáfora». » Los estorninos /pasan bajo la luna .Bien». «Los estorninos /pasan bajo la luna/ al amanecer».
Se levantó. Cerró la ventana y volvió al estudio. Apartó el ordenador parpadeante y abriendo el cuaderno de tapas negras, escribió a lápiz:
Los estorninos
pasan bajo la luna
al amanecer.
Luego cerró el cuaderno y volvió a colocar el ordenador donde estaba.Comenzó a teclear: «Maurice Halbwachs ( 2011) añade que la memoria colectiva , como cualquier memoria, es interesada…»