Hace un par de días murió el padre de Laura y ayer la acompañé al funeral a Sestao ya que su marido estaba de viaje de negocios en Holanda.
La parroquia de San Miguel estaba casi vacía y el oficio fue muy breve. A la salida conocí a la madre de Laura, una mujer muy mayor, de cara alargada y manos huesudas. Los familiares , casi todos renqueantes, se retiraron en silencio y nosotros nos fuimos a un bar a tomar algo.
Para mi sopresa, Laura se pidió un solysombra, y yo, un txakoli, más que todo por no desentonar. Con la mirada perdida en el fondo de su copa mi amiga comenzó a hablar: » Mi padre trabajó en Altos Hornos toda su vida. Perdió tres dedos de una mano y una bobina le aplastó un pie , pero cobró las indemnizaciones y continuó. Vivíamos en una casa muy pequeña , casi siempre llena de hollín, y mi madre hacía maravillas con la ropa de mis primos y primas porque apenas si se compraba nada: todo se arreglaba. Mi hermano comenzó a trabajar también en la fábrica, pero le echaron en los ochenta, se metió en el mundo del caballo y la palmó de una sobredosis tras un concierto de Eskorbuto. Un capataz le dijo a mi padre que me podría conseguir una beca para entrar en la Universidad de Deusto y allí fui. En la Comercial te echaban si no sacabas por los menos un notable, así que metí todas las horas que pude. Pero luego me dí cuenta de que no bastaba con el título para entrar en aquel mundo: tenía que aprender a hablar, a gesticular, a vestir , a fumar e incluso a ligar como los pijos y pijas que me rodeaban. Lo cierto es que no me resultó difícil… Y ya ves…»
No comenté nada. Simplemente le aparté un poco la pequeña y cuidada melena que llevaba. Apuró su copa de un último trago, se levantó y se ajustó su impecable traje-chaqueta beig de ejecutiva con mucho garbo: «¿ Qué ? ¿Nos vamos?»
Los cuentos morales suelen tener su «moraleja».
Fácil está decir que » a donde fueres, haz lo que vieres» y parece, por lo que se cuenta, que así fué.
Pero para este cuento moral, según lo que se cuenta de la asistencia y brevedad del acto, la sangre, sudor y lágrimas del padre de Laura y de muchísimos otros se queda en » si te he visto, no me acuerdo».
Descanse en paz.
Estimado colega:
Me he limitado a exponer la anécdota, precisamente para que cada lector o lectora saque su «moraleja». Gracias por tu aportación. Un cordial saludo. Vicente.