Esta mañana me he levantado pronto y he ido a dar un largo paseo por Abandoibarra. He disfrutado mucho de la lentitud de la ría y del jolgorio de las gaviotas. Así que , como colofón, he decidido hacer un desayuno de cafetería y me he acercado al lugar al que suelo ir habitualmente en estos casos ( y que no voy a citar por lo que se verá.
Nada más entrar, la camarera , que me conoce desde hace ya muchos años ha comenzado a preparar mi café con leche y, de pronto, he oido un murmullo: » Desde luego, hay gente que ya no sabe dónde ponerse para joder mejor al personal». Como la voz procedía del interior de la barra, me he asomado y me he encontrado con un sujeto manipulando unos cables. «Perdón, ¿decía usted?». «Pues eso, que hay que mirar dónde se pone uno». «Oiga si se refiere a mí, yo no tenía ni idea de que estaba usted ahí…» «Es que hay que mirar. Porque, por ejemplo, si le pasan a usted su café por encima mía y se cae…». Como esto último me ha empezado a sonar a lo que me dijo aquel ciclista que hace un par de meses estuvo a punto de atropellarme cuando caminaba tranquilamente por la acera ( «¡Que hay que ir más atento! ¡Que hay que mirar!»), he decidido cortar la conversación: «Mire , se está poniendo usted un poco impertinente»…»Impertinente usted que se pone sin mirar…» Harto ya de la movida y como el dueño de la cafetería, aún habiéndolo escuchado todo, se refugiaba en la lectura del periódico, y la camarera miraba al techo, me he dado el dos: «Agur, Ben Hur».
Sí, ya sé que ser currela es muy jodido y más si te llaman de par de mañana en un domingo. Pero el personal debería haberse dado cuenta de que , en esta fase, el capitalismo nos ha vuelto a todos currelas ( y bueno, a algunos comerciantes y restauradores en asaltacaminos polimorfos de turistas. Así que en esto ya no hay patanegras…
Todavía recuerdo que al portero de mi casa – ahora ya jubilado- le sentaba muy mal que yo me levantara antes que él ( «Pero, ¿qué hace usted a esas horas de la mañana?») pretendiendo ser siempre el primero que encendía la luz, algo que probablemente le venía de sus padres o de sus abuelos del pueblo. Y yo, sin entrar en la discusión ( pues que tengo al respecto blasones ya que mi padre y mi abuelo era hortelanos del barrio de la Rochapea de Pamplona) siempre le respondía «Trabajar». Y él , a su vez, me miraba de arriba abajo – y sobre todo a las manos- y soltaba con los ojos como platos: ¿»Trabajar?»
En fin, que cada mochuelo a su olivo, cada oveja con su pareja, y aquí paz y después gloria. No vaya a ser que algún día entremos en un bar y tengamos que suplicar que nos sirvan algo y que nos cobren a pesar de no ser guiris…Como ya ocurre , a pequeña escala, en Esos Grandes Almacenes en los que encontrar a alguien que te quiera cobrar ( y eso sin mirada de conmiseración) es muchísimo más difícil que encontrar lo que querías comprar…