Ayer, en la celebración multitudinaria de un cumpleaños , en la que muchos no nos conocíamos, alguien me preguntó cómo me llamaba. » Vicente Ataúlfo Huici Urmeneta… » comencé en tono irónico «…Aunque el personal me conoce por El Peli «.
Luego, ya en casa, animado quizá por el excelente vino que habíamos bebido, y como me seguían resonando en la lejanía mis nombresy apellidos,estuve mirando algunas fotos que tengo en una caja de cartón, y escribí esto:
«Los ancestros. Viejas fotos en las que aparecen de niños quienes ya conocimos muy mayores – ¡ también ellos tuvieron infancia ! – y, luego, sus bodas, con largos banquetes y elegantes uniformes, y escenas de la huerta y del paseo urbano – aquella fotografía insólita tomada una tarde cualquiera hace ochenta o noventa años.
Los libros del abuelo Ataúlfo –de cuando valían un real -, los quevedos que tantas veces limpió y , a veces, su escritura de letra pequeña y clara comentando un párrafo perdido entre las páginas de un libro. Y las cartas del abuelo Vicente, desgastadas después de tanto chinchón y tanta brisca, con olor a cognac y a remolacha. Y también aquellos lugares por los que andaban , en los que se refugiaban: el cuarto de estudio abuhardillado del abuelo Ataúlfo , con su pizarra para desplegar ecuaciones y hacer correlaciones entre el sánscrito y el euskera; y el cuarto de plancha donde el abuelo Vicente miraba y remiraba en secreto los mauser y las boinas rojas de la última guerra civil.
Y las abuelas olvidadas, muertas antes de tiempo, pálidas esfinges que pretenden ser el centro de otras fotografías también amarillentas. María y Agapita, blancas, recatadas, pero con un brillo en los ojos que demuestra todavía la fuerza que tuvieron para parir ocho, diez y hasta doce hijos.
Y luego, también, las tumbas. Las lápidas con su alfa y su omega, y los nombres y los apellidos que se superponen, que se repiten combinándose una y otra vez , uno tras otro, hasta la confusión.
Y después, por fin, los rostros que se reproducen inesperadamente, incluso entre tíos y sobrinos mal encarados: la nariz emblemática, unos labios, el color de unos ojos. . . Familia, malgré-tous. . . Los ancestros.»