Tras la polvareda levantada por la emisión del programa de ETB1 – Ni euskalduna naiz, eta zu?– en el que se tildaba a los españoles de «catetos», «fatxas», «chonis» y demás, las reacciones han sido diversas. Los partidos políticos lo han considerado bien inadmisible ( mayormente) o fruto de la libertad de expresión( mínimamente); algunos implicados/as se han disculpado; y , por fin desde el ámbito institucional se ha solicitado un mayor control y se ha pedido perdón a quienes pudieran haberse sentido ofendidos, añadiendo en ocasiones » porque indudablemente hay ciudadanos en el País Vasco que se pueden sentir españoles».
Comenzando por esta última coletilla, parece que algunos no se han enterado de que, desde hace algún tiempo, para sentirse o querer ser vasco no hace falta sentirse o ser anti-español, ni anti-francés ni anti-nada: son esas cuentas, viejas cuentas de principios del siglo pasado, comprensibles, por ejemplo, en el caso de mi abuelo Ataúlfo Urmeneta, abertzale sutsua que en los años veinte escribió unas aleluyas anti-españolas. No, algunos nos sentimos ofendidos, por la bajeza moral que supone atribuir esos calificativos a los españoles, pero nos hubiera parecido exactamente lo mismo si se los hubieran atribuido … a los mongoles.
Y luego viene lo de pedir perdón como si estuviéramos – dicho sea con todo el respeto – en una sacristía. Pero tampoco. No estamos en una sacristía- por mucho que también a muchos les parezca que sí- sino en una sociedad civil regulada por algo que se denomina política. Y en política los errores no se resuelven pidiendo perdón -algo muy en boga desde la inexistencia de las «armas de destrucción masiva» o el reciente caso Fillon – o, siguiendo otra práctica de sacristía, incrementando los niveles de control interno – ¡ a saber qué significa eso!-sino dimitiendo o siendo destituido. En este caso, además, serviría, como ya comenté en su momento, para limpiar las sentinas de tanto masoquismo furiosamente acumulado.
Pues, por cierto, no hace falta haber cursado ni primero de Psicología para comprender que cuando alguien te dice «que es bueno reírse de uno mismo» – en este caso no sabemos si el uno es vasco y/o español- tiene un magnífico complejo de superioridad que oculta sus profundas y oscuras debilidades.