Hoy, en un día tan señalado, he vuelto a leer este párrafo de Una mirada atrás, las memorias de la escritora norteamericana Edith Wharton (1862-1937) haciendo referencia a 1899: «Yo era un fracaso en Boston ( ciudad que solíamos visitar como huéspedes de la familia de mi esposo) porque allí se me consideraba demasiado mundana para ser inteligente, y un fracaso en Nueva York porque temían que fuese demasiado inteligente para ser mundana».
Teniendo en cuenta que se movía en un ambiente en el que compartía amistad con Henry James o con Paul Bourget, estas palabras alcanzan , si cabe, mayor significado, pues manifiestan esa histeria otorgada a las mujeres entre su ser y su estar.
Durante muchos años se les ha negado la posibilidad de ser bellas e inteligentes a la vez y , a la contra, algunas han sido ansiadas por no haber sido encontradas, como le ocurrió a un Nietzsche o a un Baroja, que deben su fama de misóginos a su propio fracaso en dar con la mujer adecuada, con la que además, «se pudiera hablar».Pues encontrada, al decir de Montaigne, se llegaría a ser capaces de dormir con ella una siesta como con una hermana.
Y enonces se produciría esto que también consigna Wharton un poco más adelante de la cita citada: “El verdadero maridaje de las mentes honestas consiste en que dos personas cualesquiera posean un sentido del humor o una ironía ajustados exactamente a la misma clave, de modo que sus respectivas miradas a un determinado objeto se entrecruzan como los haces de dos proyectores” …