Recordando las tertulias de El Caballo Blanco durante los crudos días de la Semana Santa, he recuperado de mi biblioteca Siete veces siempre , el poemario póstumo de José María Hernández Larrea. Josemari era una mezcla extraña y, a veces, divertida, de falangismo sección Ridruejo y homosexualidad trágica. Vivió y murió rápidamente( Pamplona, 1953-1999), terminando por ser el signo de lo que fue.
A principios de los setenta Josemari animaba un grupo tertuliano denominado » Coribantes» que intentaba abrir un hueco de aire fresco en medio del hedor pestilente de la negra provincia tardofranquista. A ese grupo acudíamos algunos adolescentes más o menos exaltados que , en cualquier caso, teníamos muy claro que la escritura, poética preferentemente, pero también narrativa o ensayística, formaría parte de nuestra manera de estar en el mundo.
Entre los que frecuentaban » Coribantes» estaba Jesús Ferrero, posterior y justificado portaestandarte del grupo, que ya era entonces un clásico de sí mismo — » las ciudades son verdades» . También aparecía por allí Santiago Echandi, hoy dedicado a la docencia universitaria y en aquellos años escrupuloso discutidor. Y Ramón Eder, el más pop, de quien se sospechaba que era una reencarnación del mismísimo John Lennon – hoy quizá mas bien de Lou Reed. Carlos Ansó, Eduardo Muñoz y Ana Iriarte iban y venían como subían y bajaban a una buhardilla que alquilamos los que por entonces disponíamos de algunos recursos.
El grupo no duró mucho tiempo ya que casi todos nos marchamos de Pamplona– en direcciones varias — al comenzar nuestros estudios universitarios. Tras muchas vueltas por Paris, Barcelona y Madrid , cada uno se estableció curiosamente en una ciudad diferente, lo cual no sólo no disminuyó la intensidad de la primitiva relación , sino que incluso, en algún caso, la incrementó.
A mediado de los ochenta, Santiago Echandi se puso al frente de la colección » Diamante de Caín» de la Editorial Pamiela y aprovechó para editar los originales de algunos miembros del grupo. Así vieron la luz Emblemas, del propio Santiago, Rio Amarillo de Jesús Ferrero, axaxaxasmlö de Ramón Eder, Teoría del extraño movimiento de Vicente Huici y Los deseos capitales de Josemari Hernández.
Tras este breve episodio que sirvió para hacer encontrarse a los desperdigados, se abrió una nueva etapa de contactos fortuitos y aleatorios. Todos sabíamos de todos pero casi siempre indirectamente. Alguna que otra llamada por teléfono, larga y animada, nos ponía al día de amores , trabajos y otras circunstancias .
La muerte de Josemari, hace ya unos años, nos convocó de nuevo a todos. Salvo el prematuramente muerto Antonio Fernández Iraizoz — otro asistente ocasional a la vieja tertulia de quien conservamos durante muchos años sus poemas fotocopiados — era el primer miembro del grupo que moría de muerte natural, algo que generacionalmente siempre es un hito.
Quedan todavía sus poemas y con ellos nuestros recuerdos.
Fui buen amigo de Josemari y llevo años tratando de encontrar alguno de sus libros, o todo lo que haya escrito, si fuera posible. Vivo en Burlada y también en Lumbier. ¿Donde puedo encontrar algo?
Gracias
Estimado Andrés: Es posible que en la editorial Pamiela queden ejemplares del libro publicado. No obstante,intentaré encontrar otros materiales y se lo comentaré.