Todos los fines de semana The New York Times trae su suplemento de libros- «The New York Times Book Review», que no hay que confundir con la famosa revista The New York Review of Books , fundada por Robert Silvers en 1963. En dicho suplemento suele aparecer una lista de los libros más vendidos- los famosos bestsellers– clasificados según el criterio anglosajón ahora tan en boga de Fiction/ Non fiction. Pues bien, en la tal lista no figuran por lo general autores o títulos reconocibles para quien no esté ( muy) versado en la actual producción literaria norteamericana. La sorpresa , a este respecto, puede ser mayúscula, y lo mismo supongo, les ocurrirá a quienes se acerquen a nuestras listas, constatando , una vez más, las grandes diferencias entre nuestros mundos ( también) culturales.
Pero, por otro lado, en Nueva York, más allá del turismo de masas que no cesa de levantar la mirada y exclamar «¡Oh! ¡Ah!» hasta la tortícolis, hay así mismo un nano-turismo cultureta de postureo que va buscando lugares sagrados intentando apartarse del vulgo selficiente. Y así, algunos ( y algunas ) se van al Chumley´s a pillar alguna gota de sudor reseco en la silla donde se sentaba John Dos Passos, pero no se han leído ni leerán jamás Manhattan Transfer; o intentan emborracharse- sin éxito, por cierto- en el Old Town Bar, por ver si al cabo entienden algo de El gran Gatsby; o frecuentan Washinton Square a altas horas de la noche a la espera de la aparición de los fantasmas de Henry James o Edith Wharton, pero jamás leerán La lección del Maestro o La edad de la inocencia.
Y es que se trata de un personal un tanto pijín, al que le mola codearse con lo alternativo a cierta distancia, no sea que se les ensucien las Adidas Super Star, y en su inocente inocencia piensan que invocando ctónicamente a Dylan Thomas o a Ernest Hemingway, ya se puede ser alguien en el mundo de la escritura, cogiendo el rábano por las hojas y el efecto por la causa. A toda esta subespecie turística que podríamos denominar » Tiffany´s Troupe» habría que recordarle,para su redención, estos versos de otro apocalíptico integrado:
«‘Érase un niño que se lanzaba a la aventura todos los días, / y en el primer objeto que miraba y aceptaba con / asombro , piedad, amor o temor, en ese objeto se / convertía…» ( Walt Whitman)