Hoy es uno de mayo. Ya sabemos, por quienes se han dedicado a la Historia, que hoy se celebra el Día Internacional de los Trabajadores en rememoración de la conflictiva reivindicación de la jornada de ocho horas que comenzó en 1886. Por otro lado, la Sociología, desde Durkheim, ha demostrado cumplidamente que toda la parafernalia que rodea a esta celebración no es sino la puesta en clave civil de las formas religiosas tradicionales: así las manifestaciones resultan ser remedos de las procesiones, las pancartas y banderas , de cruces y estandartes, y las asambleas finales, de misas concelebradas. Y otro tanto podría decirse de los sindicatos- y de los partidos políticos- tan legítimos y legitimados como las diferentes sectas de la sacrosanta institución. Además, para quien no quiera meterse en arenas muy teóricas, por aquí disponemos de un artilugio literario cual es El Intruso, la novela que escribió Vicente Blasco Ibañez sobre aquel médico de las minas que fue el doctor Areilza, y que es una buena muestra de todo lo anteriormente dicho.
Pero aún así, y aún sabiendo que, además , ningún movimiento social posterior al movimiento obrero, como el nacionalismo, el internacionalismo o el feminismo , puede evitar utilizar estas formas que «religan»- unen una y otra vez- en religiones civiles, salir, ocupar la calle, sigue siendo algo muy importante.
En primer lugar porque por lo general no se ocupa cualquier calle, sino una ruta emblemática que coincide con uno de los ejes simbólicos de cada ciudad. En efecto, a nadie se le ocurriría hacer una convocatoria por un barrio marginal – aunque, en algunos casos, no sería mala idea. Y en esta ocupación de un eje simbólico subyace una disputa por la apropiación de sentido- «hoy la calle es de los trabajadores»- que, al cabo es una disputa por el poder.
Y consecuentemente, y en segundo lugar, porque esa disputa por el poder recuerda a quienes viven a sotavento de las instituciones de dónde emana el poder que ejercen, por mucho que pretendan siempre distinguir entre lo supuestamente razonable y no razonable, compartimentando su argumentación en escalas diversas y deslegitimando a quienes no las aceptan- «los sindicatos no tienen que hacer política».
De donde se deduce que, en efecto, hay que acudir a estas celebraciones, cada quien a la que mejor le parezca, porque son, siguen siendo, el mejor crisol del mantenimiento de la ciudadanía en este límite estacional – «April is the cruelest month» que dijo T.S.Eliot- en el que la primavera a veces todavía es invierno…
Gracias por recordarme que tengo que ir a «misa». Buen artículo.
Y no sólo…Además te he de preguntar de qué iba el evangelio…Mila esker!