Mientras apuro mi café americano leo en un periódico la columna de un escritor muy conocido (y reconocido hasta por Le Magazine Littéraire ) del que admiro su capacidad para publicar con diferentes títulos el mismo libro una y otra vez ,intentando demostrar denodadamente que escribir no vale para nada El infrascrito dice que en cuanto oye la palabra » legible» amartilla la pistola. Cita luego a un tal Ben Roth, quien propone » una lista alternativa, un grupo de novelistas que se resisten a ciertos lugares comunes y que, al demorarse en la descripción de la realidad bárbara que nos rodea, recompensan nuestra atención transformando el lenguaje»; y finaliza apostando por «esa realidad bárbara y casi ilegible» frente a «esa otra tan casera y legible, pero artificial».
Me sale pensar que muy joven debe ser este Roth , o poco leído, pues lo que dice es más viejo que un matusalén añoso. Ansí que no ha tenido en cuenta que Pierre Bourdieu demostró ( y muy cumplidamente) en Las reglas del arte y en La Distinción ( Crítica social del gusto) que la literatura , concebida como arte, no es para algunas supuestas «élites» sino la sustitución civil de la religión tradicional, como lo es el deporte ( léase, sobre todo, el fútbol) para las supuestas «masas». Lo cual que manifiéstase aquí de nuevo bajo la forma de doble verdad verdadosa, enfrentado la potente realidad bárbara e ilegible de la que disfrutan en sado- masoquismo colectivo algunas élites, a la alegre biribilketa inconsciente en la que circulan las masas entre una realidad casera, legible…y ¡como no!…¡artificial para los iniciados!
Y recuerdo que otro crítico inteligente, Roland Barthes, finalizaba su larga excursión sobre estos temas ( La preparación de la novela ) con una apuesta firme por la legitimidad de la legibilidad. Pero, para que no todo se quede entre lingüistas y sociólogos, habría que recordar también que hasta un defensor pragmático de esta teoría, Peter Handke, confesó, muchos años después de su triunfo como escritor de culto y de vanguardia, que en realidad sus narraciones sin trama, que tanto se demoraban en las descripciones, estaban en principio redactadas según una trama muy convencional que luego deshacía convenientemente…
Cierro el periódico. Y concluyo que, en fin, siempre habrá creyentes para cualquier dios literario, por muy escondido y oculto que sobreviva, deslizándose por las trampas y trampillas de la literatura en forma de propuesta para la Historia de la Literatura y para las editoriales de culto…Nihil novum sub sole!