Una de las sorpresas que depara caminar por algún barrio diferente al habitual es, por supuesto, darse cuenta de las muchas ciudades que hay en nuestra propia ciudad, de sus gentes diversas, con sus maneras propias de hablar o de vestirse. Pero también resulta ser una buena ocasión para visitar un bar desconocido o , por ejemplo, una librería escondida en un cantón.
Pues bien, en una de esas librerías encontré ayer el libro JARDINSOFIA: Una historia filosófica de los jardines ( Turner, 2016), del pamplonica Santiago Beruete.Y me pareció tan sugerente que lo compré inmediatamente bajo la sonrisa cómplice de la librera, una joven de largas trenzas y ojos muy azules.
Por lo que luego he leído, Beruete vive en Ibiza, donde “cuando no cuida su jardín o escribe, da clases de filosofía y de sociología”.Esta última frase puede llegar a parecer un tanto frívola, pues evoca demasiado claramente a Epicuro , al cabo un a modo de filósofo refugiado en su pequeño paraíso. Pero lo cierto es que también recuerda al “ intelectual específico”, dedicado a continuar una lenta labor a la vez analítica y sintética, un modelo de pensador tan elogiado por Michel Foucault (siguiendo a su maestro Michel Serres.
La obra combina, de hecho, cuestiones de mucho interés pues es , a la vez, una reflexión sobre el jardín como hecho social, una amplia recopilación de la historia de los jardines y, por fin, una profundización en la práctica de la jardinería.Así que todo lo que tiene de teórico, mucho e interesante, puede tenerlo , en su inmediata proyección interna ( y desde luego externa), de útil.
Es esta,así, una obra un tanto insólita en el panorama ensayístico contemporáneo y podría sumarse a las de otro pamplonica , Javier Mina, que desde la distancia menor de San Sebastián nos ha dado obras tan sugerentes como El dilema de Proust o el Paseo de los Sabios ( 2014), o Libros para la Guerra (2016).
¡Bienvenidos sean estos libros que nos recuerdan que el ensayo es un género vivo y no sólo una variante académica! Y bienvenidas también esas sorpresas que nos da el simple y sencillo caminar por nuestra ciudad – sin ninguna pretensión deportiva, por cierto…