«Ave Caesar, morituri te salutant!»
Cumpliendo con mi deber ciudadano, he estado apilando los peródicos de las semanas anteriores para llevarlos al contenedor azul. Al hacerlo, no he podido evitar fijarme en algunos titulares. Y me he dado cuenta de que en los últimos días un danzante acrobático ha caído desde una altura de treinta metros, un montañero reconocido ha sido sepultado por una avalancha y un motorista experimentado se ha estrellado contra las defensas de un circuito…Todos han muerto.
Por supuesto, todos sabían que podían morir en el «desempeño de sus funciones», pero, durante unos minutos, me he quedado sentado sobre la alfombra pensando en estas muertes sobrevenidas en situaciones en las que estos «seres de un día» – que decían los griegos- han sucumbido a las fuerzas de la Naturaleza. Unas fuerzas silentes como la gravedad y otras sordamente rugientes cuando no vueltas sobre sí mismas en velocidades tan titánicas como inversas.
Y he recordado que estos desafíos a la Naturaleza han existido siempre y también que desde siempre se han narrado hasta la saciedad en relatos épicos o líricos, guardando por lo general un respeto confeso hacia ella y buscando aliados en dioses y diosas. Aún así, me ha parecido que el dramatismo de los episodios citados acaso pueda residir en ese enfrentamiento tan directo como buscado, en ese voluntarismo sin límites importado y exportado a la vez en su tragedia por la televisión y las redes sociales. Y sin embargo, me he dicho, a los protagonistas de estas luchas agónicas les falta un punto para ser considerados héroes, es decir, semidioses, un punto que no es sino la aceptación firme de la derrota aunque fuera «como una bella retirada» que diría el frecuentemente oportuno Baltasar Gracián.
Pero luego me he percatado de que hay gente que pide que el espectáculo- pues todos formaban parte del tal- continúe y que la sangre vuelva a regar la arena del circo, el asfalto de la pista o la nieve blanca de la montaña ( a poder ser en directo u on line)… Una gente que ,como nuevos césares, pide desde sus asientos un reiterado «Morituri te salutant».
En fin, que se me ha hecho tarde y me desharé de los periódicos mañana por la mañana antes de mi paseo matinal…
«Unas fuerzas silentes como la gravedad y otras sordamente rugientes cuando no vueltas sobre sí mismas en velocidades tan titánicas como inversas». Cuando te apartas de la filosofía te entiendo mejor.
¡Gracias!