Vuelvo a la crónica de ayer porque un lector (o lectora ) de esos que utilizan pseudónimo ha comentado escuetamente sobre el final de mi escrito: <<“les ha tocado sufrir” parece que es una casualidad. Inapropiado.
Hay una causalidad.>>
Y aunque no suelo responder a quien no da la cara , esta vez sí lo he hecho – con un toque escolástico ,todo sea dicho – y ha sido así: << Yo estimo que hay causalidad general y casualidad específica, pues se ha tratado de un acto con finalidad objetiva indiscriminada.Y sobre la casualidad específica he escrito. En cuanto a la causalidad general, usted dirá, pues yo no me atrevo : de ahí mi mención a John le Carré>>.
Y es que creo que en ocasiones a algunas gentes les salen muy rápidamente las cuentas y, adoctrinados a dividir siempre entre tirios y troyanos ( o entre indios y vaqueros que es todavía más fácil ), nunca se preguntan aquello de Cui Prodest, o sea, lo de a quién beneficia tal o cual acción en un contexto amplio y matizado.
Y si la culturilla no da para leer a John le Carré in animo consulendi, desde esta tierra que ahora me acoge, puedo recomendar toda la serie del comisario Salvo Montalbano tan bien pergeñada por Andrea Camilleri- siempre que se lea con recado de subrayar en mano.