Cuando estudiaba en el Colegio Santa María la Real de Pamplona- que , según me han dicho, se va a convertir en un Macro-Centro Comercial- la compra de libros y cuadernos nuevos era uno de mis momentos preferidos.
Todo se compraba a través de una pequeña ventanilla tras la que apenas si se atisbaba a un tal Hermano Antonio que, en cuanto se le decía qué curso se iba a comenzar, ponía delante en una especie de hatillo todo lo necesario.
Yo, en cuanto podía, deshacía el paquete, escogía el libro más gordo – que generalmente era el de Historia- lo abría por la mitad como si fuera un melón y me lo llevaba a la nariz. Aquel olor de libro nuevo me resultaba muy embriagante, quizá por las colas de encuadernar que se utilizaban, así que después repetía la operación con todos y cada uno de los libros restantes.
Este gusto por el olor de los libros se ha mantenido hasta hoy y en algunas ocasiones me ha supuesto algún problemilla sobre todo en las secciones de librería de los Grandes Almacenes.
Así que cuando ahora veo a los escolares dotados de tablets y otros artilugios similares, sin poner en duda su mayor o menor eficacia pedagógica, me pregunto si no se estarán perdiendo algo…
Perdón, don Vicente, pero me da que atillo viene de hato y es con»h». Esta nueva temática la entiendo mejor que la anterior
Corregido. Muchas gracias.