Ayer por la tarde, acodado en la barra de un bar y entre un par de buds, escuché que lo último de lo último en la oferta gastronómica vasca es un recién inaugurado restaurante de un conocido y reconocido chef en el que , al parecer, a los postres se ofrece la posibilidad de degustarlos mientras unas gafas ad hoc reproducen imágenes campestres alusivas al aludido postre…Oído lo cual se abrió un inmediato y atropellado debate entre quienes preferirían acudir al mentado restaurante sin compañía alguna para apurar más la original oferta…y quienes, por el contrario, optarían por hacerlo en grupo para ir comentado tan singular experiencia…Ante las dimensiones drásticas que iba adquiriendo la discusión , tanto más cuanto que estaba bien embridada por alcoholes varios, opté por hacer un receso y me retiré durante unos minutos al excusado, siguiendo las directrices de El Arte de la Guerra de mi muy estimado Sun Tzu.
Calmadas que se habían las aguas a mi retorno, la cuadrilla habia ya optado por destripar otro tema de actualidad, pero recibí un claro ukase de mi señora esposa (A.S.S.S.N.) indicándome el fin del divertimento en pro de fines superiores e inconfensables. Por todo lo cual fuí conducido de su mano a nuestra dacha.
Y, por el camino, achispado como iba, sucedíanse alborotadas imágenes de niños y niñas corriendo medio desmudos entre los terribles bombardeos en Siria y de miles de little master-chefs (y master-chefas, of course) apuntándose en la cola del Basque Culinary Center… Y también una voz que por detrás me decía :» Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana…y respecto del primero hay serias dudas sobre su infinitud»….