Vuelvo a leer en un periódico un artículo sobre Pío Baroja, un autor que aparece y desaparece de la actualidad , como un guadiana despistado, según las conveniencias.
En esa ocasión se habla del anti – jesuitismo de Baroja. Pero, a mi entender se trata de otra de las bobadas que en algún momento alguien dijo – probablemente porque le sentaban muy mal las verdades que don Pío soltaba – y que han ido repitiendo como papanatas desde varios excelsos hasta gentes del común disfrazadas de expertos, aprovechando el viento a favor para tildarlo , de paso, de racista implacable y misógino a la carta.
Para cualquiera que haya leído a Baroja, está claro que el vasco-madrileño no fue más racista de lo que se podía ser, por defecto, en su tiempo, y que para nada odiaba al género femenino si no que, al revés, más bien buscaba un tipo de mujer, liberada y liberal, » con conversación», que habría de aparecer muchos años después.
Pero, en cualquier caso, su cacareado anti – jesuitismo parece ser el fruto de una mala lectura y una peor crítica de su obra, que ha relacionado el anti- clericalismo general que exuda de ella con algunas afirmaciones acerca de los padres jesuítas y, sobre todo, en relación a Iñigo de Loyola. Y basta leer la trilogía titulada Las ciudades para darse cuenta de que lo que crítica Baroja es que la Compañía se convirtiera en un momento histórico determinado en alternativa dentro de la Iglesia Católica – como lo intentó el Opus Dei en su momento – pero no que dicha alternativa fuera errónea en la lógica interna del catolicismo ni, por supuesto, que su fundador fuera torpe o inculto. Es más, en algunos momentos, las palabras de Baroja más bien elogian al ínclito santo vasco, reconociendo su habilidad y sentido de la oportunidad.
Y es que, despojado de la indumentaria clerical y vestido de paisano, el jesuíta Baltasar Gracián, por ejemplo, habría sido motivo de admiración de quienes han acabado por llamar a don Pío don Impío Baroja, como lo fuera de hecho la obra de Schopenhauer que, a su vez, reconoció en el aragonés a una luminaria europea.
¡Cosas veredes!
Don Pío, don Pío. últimamente estoy releyendo varias cosas de él «Desde la última vuelta al camino» (me defraudó la segunda lectura) «Aquí París» y terminando «Desde el Exilio». Coincido con Pla cuando decía que Baroja de novelista tenía poco que su fuerte era el retrato de la realidad. A veces me cansa esa sempiterna manía de poner a casi todo el mundo a caer de un burro. Pero sigo leyéndole de vez en cuando.
Sí, decía Pla que Baroja se había equivocado de género. Pero aún así…