Haciendo limpieza de los bajos de la mesa de la sala me he encontrado con un catálogo de Ikea. Lo he hojeado. En todas las páginas aparecía un pequeño cuadrado en el que se decía : «Fácil montaje «…
A fuer de un mentirosillo moderado y literaturizado soy un patoso compulsivo, y además, peligroso: un día intenté montar una bicicleta estática de las de antes y estuve a punto de lanzar todas fueran sus partes por la ventana , manual de instrucciones incluido.
Proponerme colgar un cuadro es arriesgarse a que acabe con la pared como si hubiera habido una redada a tiro limpio en un bar de Brooklyn en los años veinte. Y , en siendo single, tuve la ocurrencia de pintar la pared del estudio – siempre he dedicado una habitación a «estudio» por lo que luego se verá – y si bien comencé con la fuerza de un Hercules hiperventilado, lo dejé al poco tiempo tras comprobar que lo que me salía era un tapies despiadado , dada la grumosa textura indecente del resultado. ( ¡ caramba, vaya rima en consonante que sin querer he pergeñado!..¡Y otra más!
En fin,que no se me puede encomendar casi nada de lo doméstico como arreglar un grifo u, otro sí, purgar un radiador sin arriesgarse a una inundación, aunque es cierto que puedo cambiar bombillas fundidas con cierta maestría: hasta mi señora esposa, alabado sea su nombre , sabe que si en algún momento tiene a bien regalarme de improviso un black & decker con todos sus complementos ,será señal inequívoca no ya de que no me quiere sino de que no me quiere ni ver y de que consecuentemente, al poco se inicará el proceso de divorcio.
Y, yo, ¿qué le voy a hacer? No he nacido para el manejo del destornillador, ni del martillo, ni siquiera del sacapuntas, sino para la serena contemplación de la Idea del Bien que predicaba como fin último el filósofo Platón en su Academia.
Y, la verdad, hasta ahora no me ha ido tan mal, pues por ejemplo , con ocasión de una accidentillo de vehículo a motor que me dejó postrado en la cama seis meses, semiprostado con muletas otros seis y simplemente apoyado en un bastón que me daba un cierto aire de nobleza siciliana durante un año, en viendo mi padre, que en gloria esté, que me descendían de un avión de Iberia en parihuelas, me preguntó ( o , mejor: preguntóme) que para qué me había servido tanta filosofía, y yo pude sonreírle con firmeza aun con riesgo de hacer saltar algunos puntos del mi rostro escarnecido, señalándole con los ojos el azul provisional de mi cielo bilbaíno…