Muy recto y muy serio ,Agustín García Calvo observó con detenimiento cómo el camarero dejaba ante él una lubina a la sal. Sin moverse, dijo con voz profunda: » Pero yo había pedido un chuletón…¡ Es que no coincide ni un fonema!»
Esta anécdota me la recordó hace unos días el periodista Carlos de Agustín a quien conocí precisamente con ocasión de la entrevista que le hizo a García Calvo tras su intervención en un Curso de Postgraduación que yo había organizado en UNED-Bergara. Tras la grabación, nos fuimos todos a comer al restaurante Zumelaga que por entonces frecuentábamos.
Agustín había venido acompañado de su inseparable Isabel Escudero, y su intervención había sido motivo de una larga discusión desde su mismo título que no era sino Historia contra Tradición , Tradición contra Historia , y como todo acontecía en 1987, su punto de vista escarneció a los tirios y troyanos del momento: no en vano todavía circulaba su Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana en la que declaraba la guerra literaria a la Patria, al Estado y al Capital. Su beligerancia no cesó con los años y buena prueba de ello fueron obras como Contra la Paz. Contra la Democracia o Contra el Tiempo , ambas de 1993.
Aún así, y acaso por el pedigrí que le había otorgado su antifranquismo- había sido expulsado de su cátedra en 1965 , junto a Enrique Tierno Galván y José Luis López-Aranguren por prestar su apoyo a las protestas estudiantiles de la época – y debido , sin duda, a su ingente y espléndida obra, fue aceptando poco a poco las dádivas que el mismo Estado que tanto había criticado le ofrecía, como el Premio Nacional de Ensayo ( 1990), el Premio Nacional de Literatura Dramática ( 1999) o el Premio Nacional de Traducción ( 2006).
Agustín García Calvo murió en 2012, a los 86 años de edad. A pesar de las polémicas fue otro grande- un homenot, que diría Josep Pla. Como Rafael Sánchez Ferlosio, que falleció hace poco tiempo y cuya figura me ha recordado a la del propio Agustín y al episodio de la lubina perdida y hallada en el templo…del lenguaje.
( Escrito en una mesa que da a la Glorieta de Bilbao en el renovado Café Comercial, de Madrid)