Para sorpresa de extraños y de mí mismo en mi mismidad, la columna intitulada «LA CASA DE LA PRADERA (electoral)» (1)ha recibido 9. 111 ( nueve mil ciento once) visitas según Google-analytics.
La estadística ha venido acompañada de una veintena de mensajes en los que mayormente se lleva a cabo una apología de esta serie norteamericana, insistiendo en su calidad y sobre todo en su vigencia ética – cristiana, a decir de una de las informantes. En algún caso, asimismo, se me ha reprochado el tono algo mordaz que salvo excepciones tiñe estas letras.
Ningún comentario ha habido, por el contrario, en el que se hiciera mención alguna a la segunda parte del título – » ( electoral)»- que como suele ser habitual indica el punto de vista de la lectura más factible.
Con todos estos datos cuantitativos y cualitativos, former-sociologist que es uno, he llegado a la conclusión que el personal se ha quedado fundamentalmente con la parte expositiva y ha pasado ( por encima ) de la reflexiva.
Bien, sobre esa parte expositiva tan sólo puedo repetir que a la vista de la autobiografía publicada por Laura Ingells Wilder , la hija pequeña de la familia – Pioneer Girl: The Annontated Autobiography, South Dakota Historical Society Press, 2014 – su vida no se pareció casi nada a lo que luego fue llevado a la pantalla, resaltando el carácter egoísta y brutal del padre Charles Ingells ( representado en la serie por Michael Landon) , hombre gruñón, de mal humor y peor genio a fuer de mentiroso empedernido.
Si insisto en ello, no es por nada en particular, aunque ya sé que hay que diferenciar entre » lo verdadero», que siempre es algo construido ( y por tanto deliberadamente ficcionado) y lo » real», sólo accesible por inconsciente representación, salvo que se tenga a disposición un guardaespaldas metafísico ( del tipo «dios» ) que garantice la directa visión de lo divino y de lo humano . Una representación, incluso la autobiográfica, que puede ser tan ficticia como cualquier otra , a no ser que se crea a pie juntillas en la sinceridad metodológica garantizada por aquello del «pacto autobiográfico» de Philippe Lejeune, que más que ético es retórico.
Aún así, lo que más me ha sorprendido es un comentario en el que se menciona que todavía hay mucha gente que continúa viendo esta serie de los años setenta en las televisiones de pago…
(1) https://blogs.deia.eus/el-paseante/2019/04/27/la-casa-de-la-pradera-electoral/
Es curioso.Yo también repare en ese detalle cuando estuve en EEUU,sino que ademas también en ese canal de pago (no recuerdo ahora su nombre) también se veían otras series como El Virginia,Daniel Boone…..e incluso Bonanza.Me quede flipando en colores, literalmente,porque yo las vi en su día ,de niño, en blanco y negro.Llegue a creer en la existencia del tunel del tiempo, igual que ahora cuando en estas elecciones he oido mensajes que me transportaban cuarenta años atrás (curioso, siempre son cuarenta años)
Gracias por el comentario.