«En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer».
He recordado estas apocalípticas palabras del libro Sobre verdad y mentira en sentido extramoral del siempre apocalíptico Federico Nietzsche, tras pasar del calor abrasador de estos últimos días a la lluvia cerrada y el viento frío que nos envuelve desde hace unas horas.
Pues se han manifestado así las fuerzas naturales de este astro en toda su crudeza, dejando a sus animales inteligentes al albur de su capricho, toda vez que , además, tan sólo reaccionan a las heridas que estos le están infringiendo: como decía ayer mismo una célebre científica, la destrucción de la Tierra por el cambio climático es más probable que la debida al posible choque con un asteroide.
Y entre tanto, los animales inteligentes no se ponen de acuerdo ni en como organizar ese expolio instintivo que, según Max Weber ,quiso racionalizar el capitalismo.
Torpe y triste destino de los animales inteligentes, de estos «seres de un día» que nos llamó Píndaro. Y ante tanta estupidez inteligente , sólo es posible una reacción de para quienes todavía debe haber futuro, de esos miles de adolescentes que bajo la bandera – ¡ah, siempre las banderas!- enarbolada por Greta Thunberg, reclaman de sus mayores una rectificación antes de que el astro se caliente demasiado y toda forma de vida perezca en este apartado rincón del universo… Y nos hayamos convertido en «sueño de una sombra»…