Nada más llegar a Agrigento , se recibe todo tipo de invitaciones para acercarse al Valle dei Templi, magnífica colección de templos griegos repartida entre varias colinas.Y no es para menos, pero ciertamente tanta magnificencia tiene un punto sobrecogedor que la acerca a lo sublime kantiano.
Y, bueno, como yo soy más bien de lo simplemente bello ( también kantiano) ,he preferido acercarme, entre corchetes femeninos, a las arriscadas ruinas de Eraclea Minoa, una colonia fenicia y luego griega que fue abandonada en el siglo I antes de nuestra era.
Visitamos este lugar hace ya casi veinte años, cuando todavía se podía deambular entre sus piedras sin orden ni concierto, aunque ya se atisbaban los restos de una pequeña ciudad con un teatro de bolsillo, murallas y algunas, pocas, casas. Se puede decir que ahora el acceso ha mejorado y que además se ha dotado de un pequeño y muy bien ordenado museo.
Por lo demás, se trata de un emplazamiento alto y ventilado que continúa permitiendo, dos mil años después, una visión estratégica y reposada de toda la bahía de Agrigento.
El constante viento del noroeste sumado al rumor incesante de las chicharras favorece el deseo de sentarse a la sombra de cualquier pino y echar una siesta…Y ser arrebatado por un dios o por una diosa, si todavía se cree en los dioses, por supuesto.
Ya de descenso hacia la pineta turística,siguiendo el curso del río Platani, hemos comentado que este paraje es una buena muestra viviente de la sabiduría de los antiguos , de una sabiduría ecológica avant-la-lettre…