El juez llevaba la toga obligatoria sobre una camiseta de tirantes de la que salía una buena mata de pelo canoso. El médico cubría con la bata blanca de rigor un bañador de barras de colorines,mostrando unas piernas doradas y musculadas. El catedrático acudió a la defensa de la tésis en bermudas y chancletas…
Y si los profesionales han renunciado a sus uniformes generales básicos, ¿ por qué no iba a hacerlo todo dios ( o diosa, of course)?
Sin duda, la horizontalidad metafísica generada por las redes sociales tiene mucho que ver, como modelo, con las sucesivas horizontalidades físicas que se pueden percibir dando un paseo: buena prueba de ello es la indistinción entre patinadores,bicicleteros, segwayeros y viandantes por las aceras.
Así mismo – y sin connotaciones de moralina fácil- ya es difícil distinguir entre lo propio y lo ajeno , lo vernáculo y lo exótico, y lo sexual y lo genérico , toda vez que la horizontalidad tiene toda la apariencia de democracia aunque se aproxime más a las antiguas definiciones de demagogia, en las que unos pocos ( no hay constancia de pocas) podían convencer a todos y todas.
Y así, enfebrecidos/as por la confusión entre horizontalidad e igualdad, el juez ( no me imagino a la jueza colocándose la toga sobre el sujetador) pierde la dignidad de lo ecuánime, el médico ( idem supra) renuncia al efecto placebo de su apariencia doctoral, y el catedrático ( idem idem supra) combate la paciencia del doctorando con su prisa manifiesta.
Y todo ¿ para qué? Para que una nueva uniformidad global ( camiseta/ pantalón corto/deportivas y/o sandalias) con sus marcas aleatorias y escaladas ( Roland Barthes, El sistema de la moda ) se imponga con pretensiones de un coleguismo universal que se proclama sotto voce como un sorpasso de clases sociales, estamentos, castas y géneros…