Decía el siempre polémico Javier Marías en su columna semanal que, a pesar de todo,había que votar en las próximas elecciones generales .
El «a pesar de todo» era – es – amplio , y Marías no dejaba títere con cabeza, pues desmochaba , uno tras otro, todos los partidos políticos realmente existentes , sin excepcion. Pero si al cabo proponía votar era con el argumento de que , al menos, quienes salgan elegidos sabrán que lo son porque están de prestado.
Pero, aún así, la abstención no se suele nutrir , salvo excepciones muy concienciadas , de nada proactivo, sino fundamentalmente del aburrimiento.
Y este modo particular de aburrimiento suele a su vez proceder de la confusión entre la gestión y la política. Pues gestionar – ese palabro importado del mundo empresarial que sirve hasta para hablar de las emociones- no es hacer política : se gestiona lo que hay y esto, por mucho que se revista de trascendente, no da ninguna luz para el futuro, que es lo que debiera proporcionar la política.
Pero, con el sistema electoral vigente, la posibilidad de que meros gestores – por lo general tan incultos ( e incultas, of course) que no saben ni quién fue Gonzalo Fernández de la Mora y su El crepúsculo de las ideologías – logren obtener cargos políticos es muy fácil , facilitando así que tecnocratillas de tres al cuarto – eso sí, con diplomas en inglés- campen a sus anchas…Y aburran con su inapelable y bovino sentido común de «calidad» y «déficit cero»…
Por todo ello, recuperar la política con mayúsculas – «The Politics ,stupid ! » – con ideas, valores y programas, sería una buena profilaxis ciudadana para combatir el aburrimiento…Y la abstención.
Quizá sea porque los ideólogos se han quedado al frente de la economía global y en los países los políticos se limitan a gestionar la única ideología subsistente: el fundamentalismo del capital. Son gestores en el estricto sentido de la palabra. El poder está en otros ámbitos.