En el suplemento dominical de un periódico de gran tirada, «la psiquiatra, psicoanalista, psicoterapeuta y en general vigía de las zonas oscuras» (sic) Marie-France Hirigoyen ( 1949), autora del libro Los narcisos han tomado el poder, afirma en una entrevista sobre una joven que conoce lo siguiente: «No tiene vida social. No va a bares. No va a restaurantes…»
Resulta curiosa la coincidencia de estas declaraciones – programadas para su publicación acaso con demasiada antelación- con la implantación en todo el «territorio español» del «estado de alarma» ante la progresión del coronavirus COVID-19 que entre otros aspectos ordena el cierre de todas las instalaciones de hostelería.
Parecería así que, según la mentada experta en zonas oscuras, toda la población sería sometida a una régimen de asocialidad absoluta pues la sociabilidad estaría estrechamente vinculada al compadreo y comadreo en dichos establecimientos.
Y sin poner en duda que, mayormente entre los habitantes del mundo mediterráneo y afines , la socialidad está ligada a la comida y , sobre todo, a la bebida en tabernas, cafeterías y tugurios similares, no es menos cierto que hay que padecer cierta ceguera para no percibir que hoy en día, y desde hace ya unos años, hay una socialización paralela que es la del mundo electrónico, a través de la telefonía móvil y de las redes sociales: así lo confirma el uso habitual del correo electrónico, Whatsapp , Facebook, Twitter o Instagram.
Y puede decirse que en los momentos que estamos viviendo, estos soportes son medios utilísimos para mantener el vínculo social a pesar de todas las prevenciones teóricas y empíricas que se puedan tener – que yo mismo he tenido (1). De hecho, y de cara al futuro, es muy posible que los estemos poniendo a prueba en su escala más alta , y que, consecuentemente y sin darnos muy bien cuenta, seamos cada vez más capaces de distinguir los derroches de creatividad que se están generando de las fake-news o de los pescadores virtuales en río revuelto – que también están echando sus anzuelos.
Todo ello sin eludir esas manifestaciones espontáneas y catárquicas como los cantos desde los balcones o los aplausos colectivos para esos sanitarios que, a pesar de los recortes y de los medios limitados, se están esforzando por atendernos lo mejor posible.
No percibir estas nuevas formas de socialidad, y remitirlas a un romo narcisismo, puede ser la consecuencia de la vejez biológica, o , peor, mucho peor, de la ortodoxia ideológica disfrazada de crítica razonable. Aunque ,claro, teniendo en cuenta que en el suplemento mentado se ha dado «carta blanca» al sacerdote católico Pablo D´ Ors , ahora tan à la page (2), para que nos vaya acompañando de ahora en adelante en sucesivos «viajes espirituales» , todo puede ser…
(2) Pablo d´Ors o el catolicismo Zen
#yomequedoencasa
¡Bienvenido don Vicente!
¡Gracias, don Antonio! Más vale que tengo lectores como usted…
Como todo en la vida, hay que buscar la dosis adecuada.
Así es, en efecto. Gracias por el comentario.
No sea usted modesto que, nada más y nada menos, es de Pamplona y vive en Bilbao ¿Quién puede decir lo mismo?
Gracias, Vicente. Se agradece un zasca como este.
Gracias a tí, Aurelio, por tu atención.