Estoy seguro de que Jeanne, nuestra amiga francesa y rubia que siempre parece sacada de una comedia de François Truffaut, mira con delectación el lento batir de las olas, apoyada en la ventana abierta del comedor de su casa del Promenade des Rochers .
Y también de que con el ir y venir de las gaviotas sobre la bahía revive nuestras pequeñas travesías por este mar arisco en el Artizarra, ese velero de doce metros ahora atracado sine die.
Me gustaría decirle que, en cuanto podamos, nos acercaremos hasta allí y que no hará falta falta ni hacernos a la mar, que bastará con comer algo a L´Acanthe, tomar un café noisette y dar luego un largo paseo por la rue Gambetta hasta que nos apetezca sentarnos para beber poco a poco un buen chocolate caliente.
Pero, entre tanto, le envío un cariñoso saludo desde aquí, pues la sé en cuarentena y diagnosticada, rodeada de paracetamol y de todos los tomos de las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand que me ha prometido leerse tomando notas…