En La Estafeta Literaria, uno de los reductos de tibia libertad cultural del tardofranquismo que a la muerte del dictador se convirtió en Nueva Estafeta, había una sección titulada «Con el estilo de…» en el que un novel imitaba a un consagrado.
Ayer recibí esta nota de un buen amigo que podría sucribirse, con limitaciones, a un «Con el estilo de…Quim Monzó» y que reproduzco a continuación:
«A finales de este extraño verano me salió un orzuelo en el ojo derecho. Como quiera que mi oculista de cabecera se encontraba de vacaciones en Sitges, acudí a un famoso Centro Oftalmológico Integral.
Hace ahora un par de semanas me llegó la nota correspondiente al pago de esta prestación médica de urgencia que estaba vehiculizada a través de un reconocido Igualatorio Médico. En la nota se añadían dos pruebas diagnósticas que, según yo recordaba, no se habían llevado a cabo y a resultas de las cuales se duplicaba el copago. Aunque la cantidad final no era de gran entidad, me presenté en el mentado centro oftalmológico para recabar información al respecto. La persona que me atendió, tras una prolija consulta en su ordenador, me indicó que efectivamente aquellas pruebas se habían realizado.
Ante mi sorpresa volví a preguntar por las mismas y la susodicha me respondió que se habían llevado a cabo por decisión del oftalmólogo de guardia que me había atendido.
Dado que ya he entrado en la edad provecta y que pertenezco a lo que ahora denominan un «grupo de riesgo», tras un breve pero intenso esfuerzo , recordé que el citado especialista me había sugerido la realización de las susodichas con la frase de «Ya que estamos aquí…» (sic). Como a mí entender todo aquello estaba fuera de lugar pues se trataba de una revisión oftalmológica añadida, mostré mi sorpresa a la administrativa que me atendía, la cual puso cara de póker y no dijo ni mú. Me despedí dejando claro que me había sentido engañado y que no volvería nunca más al establecimiento. Para mi nueva sorpresa la ya tantas veces mentada no solo no intentó disculparse por el posible equívoco sino que me indicó la puerta con un «muy bien» helador.
Es ya muy común que quienes acudimos a los servicios médicos así como quienes acuden a los correspondientes educativos sean tratados no como pacientes o estudiantes sino como clientes, pero el grado de manifiesto y rápido beneficio económico a costa de lo que sea, raya en muchos casos en la mala educación.
Mi orzuelo,creo, se ha curado y sin duda el tratamiento que recibí fue adecuado , más allá de su esotérica ampliación terapéutica, pero el engaño solapado y pueril me ha evocado que aunque unos tenemos orzuelos físicos otros los tienen…¡metafísicos! «
En fin, que no sé si este texto hubiera pasado el filtro de Luis Rosales o de Juan Emilio Aragonés…
Pero hombre don Vicente, si a todo bilbaino que se precie cuando nace le hacen socio del Athletic, le bautizan en la Virgen de Begoña y le apuntan a IMQ. ¿Cómo pueden pasar esas cosas?
La vida de las sopresas… Sorpresas que da la vida…