Si he de fiarme de los editoriales de los medios de comunicación, de las redes sociales e incluso de muchas de las felicitaciones navideñas que he ido recibiendo , ha sido este un «annus horribilis».
Y a la vista de algunos datos nada se puede objetar a esta calificación: han sido muchos, demasiados, los muertos, así como la paralización brutal de la vida económica y social, por no hablar del esfuerzo titánico y sostenido del mundo sanitario.
Sin embargo, repasando las 205 columnas publicadas aquí a lo largo de estos meses, he encontrado ciertos aspectos positivos que creo que también se deberían tener en cuenta.
Así, y sobre todo, la solidaria respuesta ciudadana que, salvo excepciones- unas muy torpes , otras simplemente picarescas- ha ido cumpliendo con todas las exigencias que se han ido imponiendo, mostrándose incluso en ocasiones rasgos heroicos en la atención a los más abandonados : esta experiencia colectiva marcará sin duda a varias generaciones que habrán tenido la oportunidad de comprender el valor de los vínculos comunitarios como fundamento de la supervivencia.
Otro tanto se puede decir de la crisis económica generada, en la que se han puesto de manifiesto las fisuras de un modelo globalizado- el reverso de la «pan-demia»- que sin duda habrá que revisar desde nuevos criterios, incluidos los ecológicos, sociales y sanitarios: insistir en que la recuperación económica retome caminos obsoletos por muy trillados , sería un delirio, como ya lo fue la fácil y perversa sumisión al turismo de playa , de cocina o de museo, siguiendo inconscientemente la pauta franquista.
Asimismo el incremento tan abrumador como impredecible hasta hace muy poco, de la relación digital – en el ámbito privado, pero también en el teletrabajo, en la tele-educación , en el tele-comercio y hasta en el tele- sexo – ha generado un dispar conjunto de experiencias hasta constituirse en una nueva dimensión de la realidad: al respecto resultará ineludible llevar a cabo una reflexión sopesada sobre su trascendencia antropológica
Y, en fin, en el contexto político – y sin profundizar mucho – a la vista de los cambios propios y ultramarinos, puede que sea la hora de que «el programa liberal integral» se convierta por fin «en el programa mínimo del partido socialista» , como decía Gramsci hace ya más de cien años y cien años después de la Constitución de Cádiz: hacer de Europa el lugar de una moderada utopía tantas veces postergada en la piel de toro, puede ser también un aliciente común y unificador en las diferencias.
Desde el I Ching, en la filosofía tradicional oriental las crisis han sido siempre interpretadas como ocasiones para el cambio, para despegarse de lo viejo y abrazar lo nuevo. Pero sin ir más lejos, el tantas veces citado Baltasar Gracián ya dijo en pleno siglo XVII que » Todas las cosas se han de tomar, no por el corte, que ofendan, sino por la empuñadura, que defiendan».
Así que 2020 ¿ annus horribilis? No necesariamente si se afrontan con valentía los cambios, muchos ya irreversibles, que , por defecto, se han anunciado…
Pues la pauta del turismo sigue en la mente de nuestro Diputado General de Bizkaia.
Quiere al parecer gastarse un pastón del que nos va a dar graciosamente la UE para hacer otro Guggenheim en Gernika o así.
Por más vueltas que le doy a mi modesta cabeza, grande pero modesta, no lo entiendo. Es más, me cabrea y me deprime y no porque no me gusten los museos precisamente.
No me gusta que se gasten un dinero que sería precioso para otros fines. Por ejemplo para tener más contentos a sanitarios y cuidadores de ancianos, sin ir más lejos.
«hacer de Europa el lugar de una moderada utopía». Cada vez creo más en Europa. Me temo que si España no estuviera dentro de la CEE terminaríamos en algo parecido a Argentina. Me espanta ese constante hablar de derechos y nunca mencionar las obligaciones. Es lo que espero que pase de aquí en adelante, que dejemos de ser adolescentes sempiternos. Me ha espantado la frivolidad con la que los gobiernos han tratado a sus conciudadanos con lo de la pandemia. Parecía que nos gustaba que nos mintieran con descaro para no asustarnos. Bastante triste y descorazonador.
En efecto, creo que Europa puede convertirse en un proyecto común en el que quepan las diferencias pero que garantice unos derechos sociales básicos a la ciudadanía. Gracias por el comentario.
Apartarse de esta deriva que nos hace cada vez más dependientes debería ser una prioridad…Pero en estas tierras todo se ha ido comprendiendo demasiado tarde. Muchas gracias por el comentario.
Excelente reflexión, Vicente, con la que estoy completamente de acuerdo. Ha sido un año horrible, cierto, sobre todo por los muertos, los enfermos y las pérdidas de trabajo, pero creo que saldremos más fuertes, conociéndonos mejor a nosotros mismos, incluidas algunas de nuestras debilidades, limitaciones y carencias no visibles con tanta claridad en tiempos más «normales». Un abrazo.
Gracias por tus palabras, Javier. Yo también creo que el dicho «lo que no mata, engorda» también tiene su aplicación psicosocial. Un abrazo con mis mejores deseo para el 2021.
Estoy muy de acuerdo con el claro resumen de la columna de hoy. Han habido cosas muy buenas en 2020, que anuncian cambios de calado en nuestra sociedad. Añadiría que los partidos políticos se han retratado -alguno ha hecho tan mala oposición que no va a levantar cabeza- y también que ahora somos conscientes de que en nuestro país hay 17 maneras de hacer las cosas más básicas. Cabe desde el «estilo Ayuso», que deja ojoplático a cualquiera -y la votan- hasta formas mucho más pragmáticas, solidarias y realistas de entender el gobierno. Gracias de nuevo, Vicente.
Gracias a ti, Aurelio, por tus palabras y mis mejores deseos para el 2021.