Por unos días se ha abierto un paréntesis en la sesión continua de las cifras y letras sobre la pandemia del Covid-19 para tratar el tema de las elecciones catalanas. Así las cifras y letras tratan ahora de dilucidar cuáles pueden ser las coaliciones de gobierno según la deriva nacionalista o la apuesta socialista, las dos grandes ideologías o religiones civiles vigentes desde ya hace dos siglos.
Curiosamente, y particularmente en este caso, se ha obviado la cifra de la abstención que ha llegado al 46,44%, de manera que casi la mitad de los 5.368.881 catalanes con derecho a voto optaron por desentenderse de las elecciones, habiendo descendido la participación en un 25,9%, desde las últimas elecciones, y siendo el porcentaje de participación el 53,56% , el más bajo jamás registrado en unos comicios autonómicos desde la restitución del autogobierno catalán.
Por supuesto nada hay que objetar sobre la legitimidad de las elecciones pues, a pesar, una vez más, de las tensiones entre un Ejecutivo Autonómico y su correspondiente Tribunal Superior de Justicia, al cabo se han celebrado con todas las garantías.
Pero la elevadísima cifra de la abstención tendría que dar que pensar. Quienes lo hagan con criterios puramente sociopoliticos pueden optar entre una explicación vinculada al hartazgo del electorado o bien a su inmadurez ideológica. Pero también los habrá que consideren que si no se ha acudido a las urnas ha sido simplemente por miedo al contagio.
Aún así , el análisis queda pendiente y será importante y relevante llegar a alguna conclusión para atisbar cuál puede ser la actitud de la ciudadanía ante las propuestas de quienes finalmente encabecen el gobierno de la Generalitat.