«Quiero morir en verano: para veranear gratis en las grandes praderas del espacio» ha dejado escrito el filósofo Andrés Ortiz-Osés , recientemente fallecido, en uno de sus últimos artículos publicados.
Y su deseo se ha cumplido, de manera que ya andará por ahí repartiendo retruécanos a diestro y siniestro y provocando risas y carcajadas.
Pues esa es la imagen más recurrente que me evoca su memoria , recordando las largas tertulias en su despacho de la Universidad de Deusto o en un rincón de la Casa Vasca, junto a Patxi Lanceros y a un variable tercero.
Ciertamente, no coincidíamos en casi nada, y menos en su teorización sobre el matriarcalismo vasco – que él solía citar como «matriacarlismo vasco»- que yo intuía heredero de la búsqueda de lejanos guardaespaldas metafísicos , y que ya fue rebatido contundentemente por la catedrática de la Universidad del País Vasco, Ana Iriarte Goñi.
Pero, a pesar de todo, su bonhomía generaba a su alrededor un espacio de libertad exaltada a fuer de anarquizante en medio del asfixiante ambiente de la Academia, y era muy reconfortante.
Descanse en paz, en fin, el cuerpo del hermenéuta de Tardienta, y prepárense a conciencia las almas de las grandes praderas del espacio, porque la de A O-O no les va a dar tregua.