«La costa toda se defiende de la mar salada con un continuum blanco de cemento armado. Sobre esta aparentemente sólida estructura , en ocasiones apalancada por enormes bloques de caliza cuarteada, se disponen chiringuitos varios y multiculturales ( y multinacionales) aunque predomina cierto aire anglosajón, a veces más anglo a veces más sajón. De las mesas y sillas ubicadas al efecto, surgen voces con tono de ladrido de dóbermann , y ladridos angustiosos de los micro-perros de moda.
Por supuesto se puede comer y beber a cualquier hora, aunque la cocina suele estar cerrada si quien solicita el servicio no va en bermudas y chancletas.
Aun así, siempre hay una «happy hour» en la que quienes han sido educados en el severo protestantismo pueden beber hasta hartarse y cantar a viva voz según su tradición oral, pero siempre dentro del recinto de La Colonia.
Pero ay de aquel turista que abandone La Colonia a la que ha sido transferido por su tour-operador directamente desde el aeropuerto y que sin tener ni idea de dónde se halla ,se aventurare a salir de la cinta de cementol a la búsqueda de un pueblo con sus bares, sus estancos o sus iglesias, pues nada de eso encontrare sino un árido secarral en el que algunas cabras marrones le mirarán primero sorprendidas huyendo luego hacia sus peñascos , y algún viejecito pegado a un colilla le señalará , un tanto airado, La Colonia con su bastón de nudos alzado…
😊😊😊
😎