Hace treinta años, en 1991, murió Montserrat Roig en plena madurez – tenía cuarenta y cinco años. En aquel momento era una escritora reconocida y una feminista muy activa. Había publicado obras de ficción( singularmente, El temps de les cireres – El tiempo de las cerezas) y de ensayo ( ahora muchos recuerdan su Los catalanes en los campos nazis ), así como numerosas entrevistas. Poco después se editó el magnífico diario que escribió cuando ya sabía que tenía un cancer necesariamente mortal: Dime que me quieres aunque sea mentira /Digues que m´ estimes, encara que sigui mentida…
…En 1980 yo asistía a la «II Semana de Estudios Sexológicos de Euskadi» que se celebraba en Vitoria.La sexología era una disciplina de moda, probablemente para legitimar ideológicamente los profundos cambios en las relaciones interpersonales que se estaban produciendo en las rebabas del franquismo.
Todo sonaba a nuevo y, a veces , resultaba muy provocador. El sociólogo Jesús Arpal abrió el fuego con una ponencia sobre la sexualidad tradicional. Le siguieron gentes como Josep-Vicent Marqués, siempre ingenioso y en permanente – y cariñosa- disputa con Lidia Falcón. Y también Gretel Ammann que había venido a proclamar su alternativa endolesbiana.
En medio de aquellas jornadas, una noche conocí a Montserrat Roig porque la suerte hizo que me tocara sentarme junto a ella en una cena multitudinaria. Yo era un veinteañero y ella me llevaba casi diez años. Hasta entonces, en mi esquemática y torpe inocencia, siempre había pensado que las artistas y las escritoras, o las pensadoras, tenían que ser un punto feas o, al menos no muy agradables. Pero Montserrat era justo todo lo contrario: una mujer espléndida , guapa y atractiva y, además , muy culta y divertida – dicen que cuando fue a entrevistar a aquel kulak del Ampurdán que era Josep Pla , este le soltó: «¿Para qué quiere escribir ,con unas piernas tan bonitas?» – Bueno , he de confesar que me quedé anonadado ( y supongo que enamorado) pero la consideré innacesible.
El Congreso finalizó. Aun así, todavía tuve tiempo de intercambiar con ella las direcciones , pero como suele ocurrir en estas ocasiones , tras la catarsis del encuentro, vino luego una larga etapa de distanciamiento y desconexión que en mi caso intenté conjurar leyendo puntualmente todo lo que iba publicando…
Supongo que ella fue el primer modelo de ese tipo de mujer guapa-lista que suelo mencionar de vez en cuando en estas lineas marginales y que trae de calle a algunas de mis amigas más radicales que siempre me reprochan mi condición de VHVMMS (Varón Heterosexual Vasco Monógamo Moderadamente Sucesivo).
Pero qué se le va a hacer…Montserrat…Sí, Montserrat Roig…
Don Vicente……….me suena que es la segunda vez que escribe sobre Monserrat Roig. No hay duda, estaba (y está) usted enamorado del personaje. Tenga cuidado con su sombrero que con estos vientos puede perderlo.
Así es. Hace algún tiempo escribí sobre Monserrat Roig, pues fue – para mí, of course– una de esos casos únicos en los que el conocimiento de la persona no desmerece del reconocimiento del autor (autora , en este caso), algo bastante singular por no cumplirse aquello del «know the poetry, no the poet». Aun así creo que las tres obras mencionadas en el texto, de diferente condición, son un buen muestrario de su trabajo y que , en algún sentido, se adelantaron a temas y tratamientos hoy muy en boga, con la (¿enorme? )ventaja de tener como referencia el tardofranquismo.
Pues sí, D. Vicente, no hay nada más interesante, por lo menos para mí, que una mujer inteligente y con personalidad; ya si es guapa…¡ni te cuento! Pero esto deben ser delirios de VHVM.