Mis dos últimas entradas en este blog han resultado reveladoras de las inclinaciones del lectorado y serán sin duda buenas pistas para encauzar esta scripturire ( o manía de escribir según Roland Barthes) que padezco.
Así , la penúltima – LA SUPERCOPA ( y unos puntitos negros)-versaba, en un tono tragi-cómico, acerca de la elusión de las condiciones en las que se celebró la final de la Supercopa de España, fiándolo todo al aspecto deportivo y obviando vergonzosamente que Arabia Saudí es una monarquía autoritaria en la que las mujeres , además, carecen de los más elementales derechos.
Pues bien, esta columna ha sido una de las más leídas en los últimos años- llevo escritas cerca de 1.300- pero ha generado un mutis fori general, salvo entre los lectores militantes. La razón es obvia: estaba de por medio el Athletic Club de Bilbao y todo lo relativo a su actividad goza de un nihil obstat permanente, legitimado socialmente – «y me parece bien» diría El Gatopardo- , incluso para celebrar partidos multitudinarios en plena pandemia del COVID-19 – esto también ocurre con la Real Sociedad como bien lo destacó recientemente y entre dientes Eneko Goia, el alcalde de San Sebastián/ Donostia, al comentar las severas restricciones impuestas , por el contrario, a las tamborradas.
La columna siguiente y última- MEMORIAS (y desmemorias)– tomaba como referencia las memorias del democristiano Óscar Alzaga – bienhabiente, por cierto, del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
De ellas se destacaba la labor documenticida de Rodolfo Martín Villa que se encargó de quemar en 1977 miles de documentos comprometedores llevados en camiones hasta la sede central de la Guardia Civil, condicionando así gravísimamente la tarea de la futura investigación histórica.
Pues bien , esta entrada apenas si ha sido leída, generando no obstante un par de certeros comentarios. En este caso la razón también está muy clara: tales asuntos no resultan interesantes y menos en la situación sanitaria en la que vivimos que requiere más bien- y es comprensible- panem et circenses.
Se quejaba hoy , día 23, Iñaki Anasagasti en este medio – «Andreotti y la desmemoria colectiva»– , de la poca atención que parece suscitar la Historia en nuestros días y sobre todo entre la juventud y avisaba de que , como decía José Saramago, la desmemoria conduce a la indiferencia. Y en este caso, coincido con él, a pesar de no hacerlo en otras cuestiones igualmente trascendentales.
Todo lo cual, como decía al principio, son pistas y de las buenas acerca de lo decible y lo indecible y de los límites de lo uno y de lo otro, sin tener que ampararse en aquel «así son las cosas y así se las hemos contado» con que solía terminar los noticiarios un ya provecto presentador de televisión…Y se admiten, por supuesto, comentarios…
Ya sabe usted don Vicente que lo de escribir es una forma de poner en orden nuestro pensamiento que diría don Josep
Así lo concibo yo también , en efecto. Pero, en ocasiones es difícil ordenar, solo me sale describir por si alguien se atreve a ordenar…Gracias por el comentario.
Egunon/ buenos días.
Llevo todo el día de ayer, al hilo de los dos comentarios anteriores, intentando ordenar mis ideas para este comentario… y no lo acabo de conseguir.
No hay duda de que el desconocimiento de la Historia puede generar indiferencia. Pero también puede ser que la indiferencia ya asentada por otros motivos, entre los que no hay que olvidar el de la propia edad, implique despreocupación por la historia entre los jóvenes, como por la política, como, incluso (según han publicado recientemente algunos informes de la Liga y de la Federación pidiendo esfuerzos para «atraer a los jóvenes») por el futbol.
Los jóvenes quieren ser protagonistas de sus vidas: muchísimos juegan al fútbol, pero no tantos ven partidos ni siquiera televisados (ya no digamos, a lo mejor por los precios, ir a los estadios).
En ese sentido la historia, y no digamos la política, les parecen protagonismo de «otros» y no propio… algo similar me pasó a mí cuando se empeñaron en que me aprendiera la lista de los reyes Godos (jamás lo consiguieron).
La historia es, como la cerveza o el bacalao, un «sabor de adultos» y, no olvidemos, no a todos los adultos les gusta la cerveza o el bacalao.
Durante muchos años intentando enseñar historia a jóvenes y adolescentes son muchas las veces que he tenido que oír en tutorías de boca de padres y madres, y desgraciadamente también de compañeros de otras asignaturas, que la historia «es de estudiar» mientras que matemáticas o física eran «de entender». No son los jóvenes, es el concepto social de la historia, que, obviamente, a los jóvenes no les gusta.
Para terminar con este rollo, permítanme dos anécdotas, creo que significativas, aunque no las únicas:
– Un alumno a principio de los 80, no muy buen estudiante, venía a clase pero no se presentaba jamás a los exámenes. Su argumento era que estudiar historia era un rollo pero que le gustaba escucharla. Tres o cuatro años después lo volví a ver. Estaba en el frontón entrenando (no sé si llegó a ser pelotari profesional, pero era su intención, según me dijo). Cuando me vio se metió en el vestuario y vino con su bolsa de deporte y me enseñó algún libro y varias revistas de historia y me dijo que después de la pelota era su gran hobby. Ante mi cara de extrañeza me dijo sonriendo. Creo que estoy madurando.
– La segunda me toca más de cerca. Cuando mi hijo suspendió una evaluación de historia en 4º de la ESO le dije que si quería que lo ayudara y me dijo que no, porque la historia «es un rollo que sólo sirve para ganar en los concursos de televisión». Estando en la facultad, le vi un libro de historia de los recursos didácticos o algo así. Le pregunté que si era alguna lectura obligatoria y me dijo que no, pero que si le podía ayudar porque muchas de las cosas eran difíciles de entender sin el contexto histórico.. y yo pens´é, recordando la anterior anécdota, está madurando.
Lo malo no es que a los jóvenes no les guste la historia, sino que muchos adultos, incluidos muchísimos políticos y «hacedores de voluntades» siguen pensando que la historia «es de estudiar»
Un saludo
Poco puedo añadir a tu excelente reflexión, que te agradezco y mucho.