Conminado por tirios y troyanos y aprovechando «el día del espectador» ,he ido a ver esa pel´ícula y no me he salido de la proyección, como parece que tuvo que hacer un reconocido crítico cinematográfico.
Así que he podido visionar ,como dicen ahora los modernos, los 179 (ciento setenta y nueve) minutos del film que, por cierto se presenta como » drama japonés» o » road movie» ( a elegir).
Y si me pidieran – y si no, no sigan leyendo, please – una impresión rápida de esas casi tres horas, diría que se trata de una sucesión de diálogos pretenciosos con ínfulas trascendentes ( sobre todo para quienes no conocen los tópicos de la cultura clásica griega, en plan de «conocete a tí mismo»– ¿quizá los japoneses? … Pero ¿ es que tampoco fueron convenientemente aculturizados por Confucio o LaoZí?) bastante mal traducidos, por cierto, – a la versión española- , con fallos en eso que antes se llamaba «continuidad» ( de la época de las script-girls), y que quizás ahora forme parte de la post-modernidad ultramoderna, encarnados (los diálogos) por personajes de actores tan suficientes como eficientes, sobre todo en el caso de una actriz que hace de actriz muda, incorporando así, se supone, en su doble condición, la representación de una doble marginación.
Y, uf, otro sí, todo lo anterior sustentado en una trama-drama de violencias y arrepentimientos tan al estilo Takeshi Kitano – con un toque de Samuel Beckett y un sifonazo de Chéjov – que más allá de los guiños descarados a El imperio de los sentidos de Oshima o al Dersú Uzalá de Kurosawa, recoge una propaganda continua y explícita de la marca sueca SAAB ( dedicada a la produción de aviones de combate ) y otras implícitas y ocasionales de Coca-Cola, de la cerveza Sapporo, de los cigarrillos Gitanes, del Mac Book Pro…y de otras marcas comerciales que se me han escapado porque me daba corte encender el móvil para dar cuenta de ellas en una nota…
De manera que ante el aluvión de críticas apologéticas y recomendaciones entusiásticas, y más allá de que ya algún listillo ha profetizado que «no es para el gran público», el fenómeno (en sentido culto y callejero) solo se puede explicar recurriendo al viejo cuento recogido por Hans Christian Andersen, que lleva por título «El traje nuevo del emperador»…O a los lobbies de los Premios y Festivales.
Any way, I´ m sorry, but don´ t DRIVE MY CAR, please…
Yo diría no solo que no es para el gran público, sino que en realidad es para los críticos, para devanarse la mollera.
Y bien que se la devanan…En algunas ocasiones sin mucha cultura cinematográfica (?) y en otras sin una cultura general básica ( ¿desastres de haber arrinconado el estudio de la Filosofía?).Muchas gracias por el comentario.