Quizá, todo este barullo solo se deba a cierta necesidad de «extimidad» contemporánea , es decir, a la pasión de no guardar o disfrazar la intimidad, como hasta hace muy poco era de recibo, sino de mostrarla abiertamente en la televisión y en las redes sociales.
La Actualidad se enhebra en muchas «actualidades». Aquí y ahora, por ejemplo, entre los avatares confusos de La Guerra de Ucrania y la sorprendente creatividad de la Inteligencia Artificial en su modalidad de Chat GPT, pasando por los retruécanos previos a las Elecciones de Mayo o la autocancelación goyesca del protagonismo de Telmo Irureta- ¿ por visibilizarse demasiado?
En el Campo Literario -Bourdieu ,P. Las Reglas del Arte. Génesis y estructura del campo literario– la actualidad aparece recientemente cosida a lo que se denomina Autoficción, Gran Descubrimiento de Público y Crítica y de más de un animal de pluma sin demasiada Cultura General Básica, toda vez que ha sido sancionada como género con el Premio Nobel de Literatura 2022 otorgado a Annie Ernaux.
Pero, como suele ocurrir frecuentemente en este un tanto inmundo mundo nuestro, la emergencia de La Autoficción no parece sino un nuevo guiño comercial que promueve una moda (Barthes, R. El sistema de la moda) , basada también, como casi siempre, en algo que se presenta como lo último de lo último cuando es «más viejo que la pana».
La palabra «autoficción» es un neologismo creado en 1977 por el crítico y escritor Serge Doubrovsky, para sancionar su propia obra y de paso reclasificar toda una serie de obras, acaso desde El Lazarillo de Tormes. Pero, ya se sabe, lo que no tiene nombre no existe, hasta que lo tiene.
Aun así resultan un tanto incomprensibles las apologías babeantes – a fuer de incultas- que, eso sí, están generando autoficciones sin par y volviendo un poco locas a las gentes teorizantes como Philippe Lejeune (El pacto autobiográfico y otros estudios ), ya que el nuevo género intergénero «propone un pacto novelesco al presentarse como un texto de ficción, y a su vez, un pacto autobiográfico en virtud de la identidad del autor en el narrador textual o el personaje de su obra» ( sic).
Y es que, quizá, todo este barullo solo se deba a cierta necesidad de «extimidad» contemporánea (Sibila, P. M. La intimidad como espectáculo ) , es decir, a la pasión de no guardar o disfrazar la intimidad, como hasta hace muy poco era de recibo, sino de mostrarla abiertamente en la televisión y en las redes sociales.
Any way, una vez más, si el resultado es un texto que permite emocionarse o reflexionar…Hace ya muchos años yo mismo escribí está recensión:
La creación del mundo , de Miguel Torga, es un largo relato de tono autobiográfico escrito entre 1937 y 1981. La obra está dividida en seis partes – correspondientes a los seis días de la creación del mundo- y en ella , aparentemente lejos de cualquier pretensión novelizadora, se van recogiendo diversos y sucesivos episodios de la infancia, la juventud y la madurez de un sosias del mismo Torga.
De que se trata de una obra de ficción y no de una autobiografía en sentido estricto, no hay la menor duda. Para ello no tenemos sino que cotejar algún episodio relatado en La Creación del mundo con las anotaciones coetáneas de sus Diarios. Haciéndolo nos percataremos enseguida de que Torga ha ficcionado muchas partes de su vida , modificando en el relato aquello que, por la razón que fuera, no encajaba bien en la línea narrativa que estaba desarrollando.
En cualquier caso, este fenómeno que tan claramente detectamos en Miguel Torga – y que podría extrapolarse , con la documentación adecuada, hasta el caso de un maestro de lo fantástico como Jorge Luis Borges – se abre a la observación porque contamos con un referente de la vida real de Torga que es su Diario. Sin dicho Diario, en efecto, sería imposible evaluar la ficcionalización que ha llevado a cabo.
Pero nuestro optimismo se puede venir abajo cuando comprobamos que el mentado Miguel Torga no existe en la vida real, sino que es el pseudónimo de un médico portugués llamado Adolfo Correia da Rocha.
Entonces la pregunta que nos podemos hacer es : ¿Quién ha escrito todo esto? Porque resulta que un tal Adolfo Correia da Rocha ha creado un personaje que es Miguel Torga que escribe un Diario que parece servir de referencia a un relato autobiográfico titulado La Creación del mundo… ¡ Ya nos hemos perdido!
La irrelevancia de la pregunta y de la respuesta se muestran en el limitado interés que despiertan salvo para críticos o historiadores de la literatura . Porque… ¡ Qué más da quién lo haya escrito ! Quien se acerca a un libro espera de él vida, descripción y reflexión, y le da igual quién lo haya escrito mientras el libro vibre entre sus manos y haga vibrar alguna parte de su cerebro y de su corazón…»
Pues eso, que diría Umbral.
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Maestro, el error podría ser mío pero entendí en una de sus clases que el término autoficción surge en 1997, no en 1977.
Un saludo cordial y gracias «por la oportuna y estupenda columna.
Probablemente, fue un error de comunicación, pues el término «autoficción» es un neologismo acuñado por primera vez por el escritor francés Serge Doubrovsky en 1977 para definir su novela Fils (Hijos, en español)como “ficción de acontecimientos estrictamente reales”.
Un cordial saludo, Aurelio.
Hola, arratsaldeon.
Tengo que confesar que mi escasa erudición me lleva a estar muy lejos de conocer la mayoría de las referencias que citas en tu, como siempre, magnífica columna.
En cualquier caso creo que, a veces, las cosas pueden simplificarse.
Todo esta «moda» que nos lleva, o, mejor, lleva a muchos y muchas a mostrar sus intimidades, como lo que desayuna, como. donde y con quien pasa sus vacaciones, y cómo se siente cuando sufre una alegría o un desengaño, es, como tú dices, más «viejo que la pana», y, en general, lo hemos hecho desde siempre, pero con nuestro círculo más cercano y no en Televisión o redes sociales, aclarando, cuánto dinero tengo en el banco, cuántas veces he follado en el último mes, cuál ha sido el sitio más curioso en el que han tenido sexo, una foto en redes comiendo en el restaurante más chic del mundo, y otras tantas intimidades (excepto la más profunda de las preguntas intimas, ¿»a quién quieres más a mamá o a papá?», que no sé porqué tendrían que interesar a nadie que no conozca al o a la protagonista.
Antes, quizás antes de que llegaran quienes ponen nombre a todas esas situaciones, se llamaba simple y llanamente exhibicionismo… y no estaba especialmente bien visto.
Pero «los tiempos han cambiado que es una barbaridad»
Un saludo
Estimado colega: las referencias son ( siempre) para quien quiera profundizar en los temas. Por lo demás, ese efecto de exhibicionismo virtual es , como dices, la gran novedad de nuestra época. Muchas gracias por tu atención y tu comentario.