El argumentario de la meritocracia que se articula en la idea de que se triunfa en función del talento independientemente del origen social ,queda en principio desmentido.
El siempre lúcido Ignacio Echevarría comentaba en su última columa de EL CULTURAL que, según un artículo publicado recientemente en The Guardian ,fudamentado en un estudio de la revista Sociology, «en Gran Bretaña, la proporción de músicos, escritores y artistas pertenecientes por origen a la clase trabajadora se ha reducido a la mitad desde la década de 1970».
Añadía a la siempre fría estadística – lo cuantitativo al respecto era una disminución del 16,4% al 7,9%- las dimensiones cualitativas de género y etnicidad que «agravan las desigualdades en el sector cultural». Finalizaba Echevarría afirmando que, en nuestros lares, una investigación similar probablemente obtendría resultados mucho menos halagueños.
O sea, que si se ha nacido en el mundo de la clase trabajadora- que haberla hayla a pesar de que ahora se pretenda difuminarla social y económicamente- y si a esta circunstancia se añade un perfil étnico minoritario y una condición de género no prevalente, las posibilidades de integrarse en el ámbito cultural son muy reducidas, por lo que el argumentario de la meritocracia , que se articula en la idea de que se triunfa en función del talento independientemente del origen social ,queda en principio desmentido.
Este artículo ,que refleja algo que no es estrictamente novedoso- ya decía Pierre Bourdieu en Las reglas del arte que en el caso del artista cuando no hay venta tiene que haber renta, – debería dar que pensar , y mucho, y desde diferentes puntos de vista.
Por supuesto, y en primer lugar, sobre la función disuasoria del estudio originario que puede tener una pragmática ralentizadora de la movilidad social , independientemente de dar cuenta de un estado de la cuestión: se trata de la conocida profecía autocumplida que apuntaba el sociólogo Robert K. Merton: «La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición falsa de la situación, que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva verdadera» (Teoría y estructuras sociales).
También sobre el imaginario de quienes se dedican o pretenden dedicarse al mundo de la creación en cualquiera de su manifestaciones, para que sean concientes de las limitaciones de su capital cultural – que puede incrementarse a pesar de su capital económico: aquí otra vez Bourdieu- para evitar descubrir mediterráneos tiempo ha ya colonizados – y comercializados.
Y, por fin, sobre la dimensión política, en sentido estricto, de todo lo anterior, para reordenar y actualizar algunos conceptos manidos y acaso insuficientes sobre los que se basan las estrategias culturales- algo sobre lo que ya reflexionó en su momento Agnes Heller y sobre lo que es muy recomendable la obra Manifiesto pospolítico , de Jorge Fernández Gonzalo.
Pero, aun así, una nueva piedra está echada en ese estanque dorado, tantas veces agitado, de la creación cultural. Y lloverán más piedras…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
No me extraña la cosa. Supongo que la persona se tiene que ocupar primero de alimentarse físicamente antes que espiritualmente y lo primero ocupa mucho tiempo y energías
Ya se sabe , don Antonio, «Primum vivere, deinde philosophari»…