A estas alturas del siglo XXI podría afirmarse que quien habla de futuro, de mejora sin querer cambiar la vida cotidiana ya huele bastante mal.
Ya suenan los claros clarines, ya vienen las elecciones: es el momento de las Utopías. Desde las utopías para las familias, los municipios y los sindicatos hasta las utopías nacionales y acaso estatales. Y como diría aquel héroe tan bienpintado de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el Príncipe Salina, orgulloso Gatopardo, «me parece bien».
Despliéganse así grandes discursos con promesas de futuro mediato e inmediato y se suceden las mociones de censura implícitas y explícitas , atentos los ar´úspices a la faena, a sus manoletinas articuladas en ideologías resilientes…
Pero, como ha apuntado recientemente en un denso y erudito artículo el profesor y filósofo Francisco José Martínez, todo este alboroto no puede ocultar que el tiempo de las Grandes Utopías ya ha acabado. Y también que ese mismo alboroto pretende ocultar y, sobre todo, abducir partidariamente las pequeñas utopías, esas microutopías que todavía defienden algunos ciudadanos y ciudadanas que luchan , sí , luchan, por mantener un espacio verde en su barrio ,por reclamar una atención médica primaria pública de calidad, por exigir unas pensiones dignas o por defender el carácter cultural de un taller de escritura o de pintura.
Unas microutopías que rescatan el sentimiento comunitario , reforzando la idea de responsabilidad íntima junto a los demás y que suponen retomar la centralidad de la imaginación en detrimento de una razón puramente contable, a menudo tan especulativa como engañosa: ¿O acaso no es el crecimiento desbocado la condición de cualquier cáncer?
Decía el también fil´ósofo Guy Debord , y así lo cita Martínez, que quien habla de revolución sin querer cambiar la vida cotidiana es que tiene un cadáver en la boca. Pero a estas alturas del siglo XXI podría afirmarse que quien habla de futuro, de mejora ,sin querer cambiar la vida cotidiana…es que ya huele y bastante mal.
Pero eso sí, elecciones haberlas haylas, y Utopías también…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Los cambios pueden tener lugar despacio…lo importante es que tengan lugar. Moverse no significa cambiar…cambiar no significa mejorar…pero cambiar para mejorar es lo que le da sentido y significado a todo.
Ahora bien, no podemos convertirnos en lo que queremos si seguimos siendo lo que somos.
Por lo tanto, si en mis manos estuviera y tuviese el suficiente poder «DECRETARÍA unos meses de CAMBIOS POSITIVOS»…ahora que se acercan las elecciones.
Hola, arratsaldeon.
Interesante reflexión, como todas las tuyas.
En este caso me he sentido tentado a hacer una especie de comparación entre los partidos políticos y la visión de la Iglesia que nos presenta Yuval Noah Harari en su Homo Deus.
Dice:
«El Vaticano era lo más cercano a Silicon Valley que tenía la Europa del s. XII (…) los monasterios (…) introdujeron métodos agrícolas y administrativos avanzados (…) y durante siglos ellos y las escuelas catedralicias fueron los centros de enseñanza más avanzados de Europa (…)
Pero hace ya tiempo que (…) dejaron de ser fuerza creativa para transformarse en una reactiva. Están atareados con operaciones inmobiliarias de retaguardia más que con liderar tecnologías originales, métodos económicos innovadores o ideas sociales revolucionarias».
Exactamente lo mismo podríamos decir de todos, o casi, los partidos políticos actuales. Olvidaron sus fuerzas creativas en favor de las grandes utopías, medio utopías y micro utopías, para convertirse en fuerzas reactivas donde han perdido de vista incluso los planteamientos básicos del liberalismo («el cliente siempre tiene razón», en el caso del mercado, o «el votante siempre tiene razón», en el caso de las elecciones)
Ahora son mucho más frecuentes los comentarios tipo «no se ha votado bien» o «la abstención favorece a los otros», para referirse a que los votantes se han inclinado por unas opciones que no son los que ellos proponen.
Sinceramente, no creo que, aunque los meses previos a las elecciones nos llenen las ciudades de obras que se podrían y tendrían que haber hecho algunos años antes, no creo, insisto, que en las sedes centrales de los grandes partidos políticos, esos que van a ganar las elecciones, tengan cabida ningún tipo de utopía, ni grande, ni media, ni chica.
Un saludo.
PD. Me encantó tu última entrada de IRATI, pero lamentablemente no pude participar por no haber visto la película.
Muchas gracias por el comentario.
Siempre he creído que la verdadera revolución es la que se hace día a día a base de reformas sucesivas. Por cierto don Vicente, vaya palabritas que se saca usted de la chistera «arúspices»
Pero, todo lo que se plantea ¿no es lo que antes se llamaba «reformismo»?
Sarrasketa: Antes de nada , gracias por su pregunta. Desde mi punto de vista, el «reformismo» siempre se ha planteado como una acción global, legal y diría que hasta exclusivamente parlamentaria.
Pero yo hablaba en mi columna de acciones puntuales de colectivos específicos que se planteen objetivos concretos en un entorno comunitario, sin dejarse abducir en su movimiento social por los partidos políticos, acaso más atentos a sus , por otro lado legítimos ,rendimientos electorales.
Un caso claro al respecto es la la lucha de la asociación Abando Habitable y Saludable de Bilbao que lleva varios años intentando paralizar un proyecto inmobiliario, al parecer fruto de la especulación más explícita.