Según voy comprobando en mis aleatorios paseos por la playa, el número de tatuados y tatuadas se ha incrementado notablemente.
El adverbio no es baladí, pues se nota que el aumento cuantitativo ha ido parejo del cualitativo, lo cual que para su mostración y demostración, precisa de bañadores de dimensiones más reducidas y en algunos casos de la reducción manual de la reducción – creo al respecto que sobre todo entre los varones la reducción manual de la braga náutica es también este verano una moda.
Nada habría que objetar a esta tendencia a cubrir el cuerpo de arborescencias, figurillas, lemas e ideogramas varios- en este último caso quizás sería conveniente saber su significado – pero no estaría de más intentar explicarlo ( ¿ psicosocialmente?) Any way, y como casi siempre, no es sino un nihil novum sub sole.
Basta para darse cuenta de ello repasar algunas páginas de ese libro maravilloso – en sentido etimológico- intitulado En los mares del sur de R. L. Stevenson, que ya en 1896 comentaba que a las mujeres de aquellas latitudes los hombres sin tatuar les parecían poco menos que desnudos.
Aunque , claro, Mr. Stevenson también da cuenta de que en algunas islillas próximas todavía era muy apreciada la carne del «cerdo largo».
En fin, esperemos que la moda del tatuaje no conlleve por una de esas analogías históricas tontas, una antropofagia explícita, porque implícita ¿ haberla, hayla?…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Aquello de que en tiempos del Cid una ardilla podía ir desde los Pirineos a Gibraltar de árbol en árbol sin tocar el suelo hoy no es posible. Hoy podría hacerlo pero sobre las cabezas de los tontos.