No estaría de más que quienes tienen el mando en plaza revisaran – y controlaran – estas privatizaciones para garantizar que las empresas implicadas cumplen con lo que se debe exigir a un servicio público.
Suelo utilizar el transporte público por motivos éticos y estéticos. Pues, por un lado, creo que supone una buena alternativa energética en los viajes necesarios- y no está el horno para bollos más calientes- y, por otro ,porque satisface cumplidamente una vertiente del otium cum dignitate que me corresponde como jubilado- ir hasta la última parada de una línea de metro o autobús y luego volver andando constituye una excelente oportunidad de ver paisajes y paisanajes que diría Josep Pla.
Desde hace algún tiempo a esta parte utilizo para informarme sobre las rutas y los tiempos de espera un par de apps que me recomendó un colega, fan entusiástico de cualquier software novedoso.
Pues bien, he ido comprobando que en muchos casos la relación entre la información proporcionada por las mentadas apps y la constatación empírica de la misma es mayormente aleatoria, y en lo que corresponde a las líneas de autobús francamente despistante.
Guiado por mi condición alternativa de sociólogo en excedencia y no teniendo a priori nada en contra de la utilización de los recursos electrónicos- sino todo lo contrario, como quien quiera puede comprobar- he dedicado algunas mañanas a investigar las dichas distorsiones que al menos a mí me resultan (moderadamente) desasosegantes, y he concluído que los fenómenos apuntados se deben a que son diferentes empresas las que, por sucesivas concesiones, gestionan los transportes públicos, las apps así como los paneles informativos ad hoc.
Ya sé que la mejor opción al respecto sería indicar los fallos puntuales a la Administración Pública que ha privatizado estos servicios , pero mi experiencia como ciudadano no puede ser sino muy negativa desde que informé en su momento sobre cómo un conductor nos dejó a todos los viajeros encerrados en un autobús, para después marcharse porque no había llegado su relevo, y no obtuve ninguna respuesta.
Así que supongo que no estaría de más que quienes tienen el mando en plaza revisaran – y controlaran – estas privatizaciones para garantizar que las empresas implicadas cumplen con lo que se debe exigir a un servicio ¿público?
(c) by Vicente Huici Urmeneta