Dicen que cuentan que en una ocasión, dando un paseo con un amigo, el célebre poeta Rubén Darío se detuvo de pronto extasiado ante un arbusto floreado y que preguntó qué era aquello, a lo que su amigo le respondió : «Esto, querido Darío, es un rododendro, uno de esos arbolicos que sueles mencionar tan a menudo en tus poemas».
Es sin duda excusable que en el mundo de la literatura se le pueda conceder a Darío y a otros tantos una licencia poética como la que se manifiesta aquí, incluso aunque asuma una dimensión ontológica en versión nominalista, pero no está muy claro que tales excepciones sean trasladables a otros ámbitos de la vida como, por ejemplo, la política.
Y así ocurre en algunas circunstancias que a los políticos se les llena la boca con palabras como Constitución o Democracia , pero luego se les tiene que recordar algunos artículos frecuentemente olvidados de la primera y varios procedimientos establecidos en la segunda, lo cual que resulta bastante penoso.
Ahora que se acercan unas nuevas elecciones en medio de la astenia primaveral en la que mayo mucho marcea, convendría no olvidar estas distinciones ,pues es legítimo llamar a la participación tanto para ganar como para derrotar, para detener o, en su caso, aislar, arguyendo «que nos jugamos mucho», acaso «el todo por el todo», configurando estos comicios casi como revolucionarios en la medida en que de ellos dependería una radical alteración de lo que hasta ahora tan solo ha evolucionado, sea el huevo de la serpiente o el fuero y el huevo.
Pero alzando la mira, en ese nivel macro-político es más que posible que , como le hacía decir Giuseppe Tomasso de Lampedusa al Príncipe Salina en El Gatorpardo , todo cambie para que todo siga igual, porque así es el juego político, y sea quien sea quien tenga el mando en plaza, nadie va a renunciar al marco liberal burgués que todos llevan en su esencia y que es la condición de su existencia.
Y si bien, en primera instancia, es posible que al menos podamos librarnos de aquello de que «volverá a reír la primavera que por cielo, tierra y mar se espera», todo apunta a que los verdaderos cambios (¿revolucionarios?) provendrán más bien, como ha comentado mi viejo amigo Paco Martínez, de que se creen la condiciones para ellos, para lo cual se precisa un esfuerzo colectivo y cotidiano de muy larga duración, sorteando con habilidad los enjuages ling¨´üísticos que confunden las palabras y las cosas… Por ejemplo, los rododendros con los rododendros, o la democracia con la democracia…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Muy interesante el artículo de P. Martínez. Da mucho para pensar. Gracias.
De hecho, esta columna ha surgido de la combinación de la lectura de dicho artículo y de la anécdota sobre Rubén Darío que se comentó en el Taller de escritura que coordino. Gracias, en todo caso, por la atención.