Mi querido amigo el escritor Edgar Borges (Caracas, 1966), de cuya sugerente obra he dado cuenta en varias ocasiones, me ha enviado una matizada reflexión sobre la situación en Venezuela tras las elecciones del pasado domingo. La transcribo tal cual porque creo que aporta un interesante punto de vista.
«Ante la situación en Venezuela es difícil opinar desde la distancia; por otra parte, el caso es complejo, tiene diversos componentes históricos necesarios para un análisis.
Llevo días intentando un artículo de prensa, sin poder evitar que la sensación de fracaso que me produce la realidad de mi país se lleve por el medio mis reflexiones. El amigo Oscar Acosta se tomó varios cafés antes de compartir unas importantes reflexiones, lúcidas y con un inevitable sabor amargo. Me gusta mucho el café, pero preferí no tomar ninguno antes de reiterar posiciones. Quizá el café circula ya en la sangre, de manera natural. Comparto algunos aspectos de la declaración del también amigo Rubén Blades; no así una de Residente en la cual dice que «somos el Salto Ángel» y no sé qué recurso más. Pienso que ya debemos dejarnos de esas pendejadas, Venezuela será lo que seamos los venezolanos.
Mención aparte para la intermediación y sugerencias de Gustavo Petro, presidente de Colombia. Valioso su seguimiento y aporte.
Tras las elecciones del 28 de julio, el debate se ha centrado en las actas, en defender el triunfo de, en mi opinión, dos candidatos sintomáticos del trauma nacional. Claro, cada quien tiene derecho a defender su voto, eso sin duda. Sin embargo, también sería importante analizar los focos que estamos defendiendo. ¿En qué lugar del tablero nos encontramos para ser defensores de dos rutas que igualmente agudizarían el fracaso?
Maduro fracasó, prácticamente, desde el inicio de su primer gobierno. El fracaso de cualquier gestión se podría medir en los índices crecientes de frustración que genera en los individuos que no dependen de favores políticos, o empresariales. Ayer leí en una red social la opinión de un venezolano que a los 62 años se sentía viejo para luchar; el hombre decía que vivía para esperar la muerte. Si esto no es representativo del fracaso de Maduro, significaría tener la sensibilidad dañada. Maduro no es de izquierda, eso lo he tenido claro desde un inicio. Defender a Maduro tampoco nos hace progresistas, pues sobran ejemplos (o más bien asfixian) de prácticas ajenas a los logros históricos de la izquierda.
Entre muchos otros factores cuestionables, Maduro ha logrado que la oposición venezolana rehaga el argumento de que la izquierda es la responsable del colapso del mundo, como si el planeta lo dirigiera un modelo distinto al capitalismo. Aún así, ningún planteamiento de izquierda debería seguir con la idea de pedir sacrificios eternizados en el tiempo, a nadie se le puede pedir que espere veinte años para mejorar su vida, pues, más allá de la canción de Gardel, veinte años es demasiado tiempo para una vida y tampoco creo que la esperanza deba ser la solución de ningún ser humano aquí en la tierra.
De la dirigencia opositora es mucho lo que podría decir. Me parece patético que, a estas alturas, el liderazgo lo mantengan Machado, López y otros nombres intermediarios de los lobbies internacionales. Por tal razón jamás veremos a esta señora y señores acompañantes alzar la voz contra el genocidio palestino, entre otros tantos silencios que practican cuando se trata de defender toda razón de vida en desventaja, en cualquier punto del planeta. Ya sé que por estos días hay «nuevos teóricos» que dicen que es maniqueísmo sostener el argumento del imperio. Y maniqueísmo nada, simplismo sería negarlo. La dicotomía es la misma, no seré yo (negado siempre al pensamiento binario) quien se alegre de la permanencia de la polarización. Pero es que el asunto de la polarización, sabemos, impide ver el fondo. Y este fondo (a nivel mundial) cada vez es más inhumado gracias a la metamorfosis de un capitalismo que sabe dominar como nadie y también girar la realidad cada vez que su guion lo indica.
Mi rechazo categórico a toda forma de represión. La sutil y la directa. Mis respetos a todo aquel que se resiste a cualquier poder que pise su dignidad y la de sus semejantes. Si viera una injusticia jamás le preguntaría a la víctima cuál es su ideología antes de hacer algo por ella. Por otra parte, la lucha popular venezolana debería distanciarse de Machado y compañía para legitimar el cambio histórico que urge en Venezuela.
Creo (no lo puedo asegurar) que la izquierda venezolana, en su mayoría, no se siente identificada con el actual gobierno, pero el temor a la llegada de la «bestia» facilita fidelidades difíciles. Sería importante despertar a tiempo, porque la «bestia» tiene paciencia y una finísima inteligencia.
(1 de agosto de 2024)
(c)Edgar Borges
Otro punto de vista:
https://blogs.publico.es/juan-carlos-monedero/2024/08/04/14-apuntes-sobre-lo-que-pasa-en-venezuela/